Y un buen día, Viaje Interminable alquiló un lugarcito en Galicia y se quedó a vivir allá. Fin.
Esta frase es parcialmente cierta, pero para que lo sea de forma completa deberán pasar algunos años (y aún así, no podríamos poner las manos en el fuego por ello).
Luego de una segunda visita a amigos en Jujuy y Miami, y dela escala fugaz de Barcelona, nos instalamos en Galicia, donde vivimos casi como simples mortales durante un período de cuatro meses. Ahora, la pregunta que quizás te estés haciendo…
¿POR QUÉ QUEDARSE 4 MESES HACIENDO BASE EN GALICIA?
¿Por qué Galicia? ¿No era mejor atrasar el viaje 4 meses más en Uruguay y listo?
He aquí el motivo de nuestra elección: teniendo ambos doble nacionalidad, uruguaya y europea (como muchos uruguayos y argentinos) queremos dejar abierta la posibilidad de asentarnos en Europa en un futuro post-viajes largos.
Para eso se nos ocurrió que, aprovechando las facilidades de vuelo que nuestra amiga azafata nos brindó y que de todas formas planeábamos cruzar el océano para nuestro próximo viaje largo, no sería mala idea hacer una parada de algunos meses en España para completar la mayor cantidad de papeleo migratorio para facilitar el proceso a futuro, cuando nos quedemos definitivamente allí (si es que esto sucede, porque todo hay que agarrarlo con pinzas).
De cualquier manera, es una posibilidad más que dejamos abierta.
Elegimos Galicia porque al ser yo descendiente de gallegos el proceso es más sencillo allí. Además es donde tengo familia, también migrada desde Uruguay, la cual no veía desde hacía varios años. A esto le sumamos que es una de las zonas más baratas de España pero a su vez no tan pobladas (detalle que acelera los trámites) y que sería también una buena oportunidad para conocer la tierra de una parte de mi familia. Todo eran ventajas.
Pero por más despoblada que sea una zona, todo papeleo lleva tiempo, es por eso que alquilamos una habitación en un apartamento compartido (la opción más económica) y vivimos 4 meses en España, donde repartimos el tiempo entre trámites, familia, y paseos.
PONTEVEDRA
Nuestra base en España estaba hacia las afueras de la ciudad de Pontevedra, capital de la provincia con el mismo nombre y que nos pareció muy agradable por ese equilibrio que solo las ciudades pequeñas pueden brindar, suficientemente grande para que tengas todo lo necesario, pero no tanto como para estar abarrotada de gente.
La ciudad tiene la particularidad de tener su centro histórico completamente peatonal, y aunque durante el día es común ver peregrinos realizando el camino de Santiago (sobre todo en los meses donde el frío y las lluvias no pegan con fuerza) es durante la noche cuando la ciudad sorprende, con su gente yendo a cenar a restaurantes o recorriendo las calles sin importar que sea sábado o martes, característica que si bien puede ser normal en ciudades mas pobladas como Vigo, nos sorprendió verlo en Pontevedra.
Y si te quedaste con la idea de que esta ciudad nos gustó mucho es porque entendiste todo bien, pero todavía falta contarte algo que fue decisivo, al menos en mi gusto personal hacia esa ciudad.
En la zona principal del casco histórico, justo frente a la Iglesia de la Virgen Peregrina, está el monumento del loro Ravachol, el personaje más emblemático de la ciudad (hay quienes afirman que es el loro más famoso del mundo).
Este loro yaco fue la mascota del boticario de la ciudad a fines del 1800 y bautizado como Ravachol por su “actitud” que recordaba a la de un famoso anarquista revolucionario y alborotador. El loro pronto se ganó el cariño del pueblo por su verborragia e increíble lógica a la hora de hilar situaciones con palabras.
Ubicado en la entrada de la botica, Ravachol insultaba a todo aquel que no le regalara golosinas y hasta se dio el lujo de insultar a personalidades famosas que visitaron la ciudad. Tal era su repertorio y aplicado con tanta coherencia, que una vez obtuvo un papel en una obra de teatro.
El animalito era tan querido que cuando murió prematuramente con menos de 22 años por ingerir demasiados bizcochos con vino, las notas de condolencias llegaron de toda España, y el pueblo decidió no solo embalsamar el cuerpo y exhibirlo en la boticaria, sino que además organizaron un funeral con una marcha donde participaron las autoridades civiles y militares, bandas de música y jinetes para despedir al animalito que fue enterrado hacia las afueras, casualmente en la zona donde nosotros vivimos estos 4 meses en España.
El loro Ravachol está tan arraigado a la cultura Pontevedresa, que a día de hoy una recreación de su funeral se celebra como cierre del carnaval pontevedrés; las personas se disfrazan y Ravachol es representado por un loro gigante hecho de papel y cartón, el cual se quema al final del evento.
Nuestros primeros días en Pontevedra los pasamos en Poio, la zona al otro lado del Río Lérez, donde nos hospedó una pareja de médicos y aunque posteriormente visitaríamos mucho la ciudad ya sea por trámites o por paseos, no fue acá donde teníamos establecida nuestra base. Nuestra habitación alquilada estaba hacia las afueras, en una zona considerada no urbana, cercana a un pequeño pueblo.
Desde nuestra ventana podía verse un campito verde donde muchas mañanas había ovejas pastando, y si alargabas la vista un poco más, los viñedos del vecino o la montaña de paja que una señora bajita y retacona armó aquel día de setiembre con su tridente, cuando los días todavía estaban llenos de sol.
Subiendo por el camino te toparías con la cartelera de anuncios, típica en cada pueblo gallego, donde se cuelga información sobre las actividades del centro cultural de la zona o los anuncios fúnebres de las personas del pueblo con la fecha y lugar de su sepelio.
Justo antes de la cartelera estaba la zona donde solía pastar el burrito, uno de mis mejores amigos del pueblo. Nos llevó días darnos cuenta que al llamarlo, el animalito acudía obediente y se dejaba acariciar. Fue entonces cuando empecé a salir de casa con una zanahoria.
Es en este camino donde también nacía la entrada misteriosa, aquella que durante la noche daba la sensación de que de ella saldría un ser aterrador dispuesto a comerte, pero durante el día era la entrada a un sendero salvaje por el bosque que desembocaba en el sendero “oficial”, el de hormigón que está marcado en los mapas.
Visitamos mucho este bosque mientras perduraron los días de sol.
LOS TRÁMITES QUE NOS AYUDARON A RECORRER GALICIA
Dos cosas determinantes nos ayudaron a recorrer parte de Galicia: los trámites que realizamos, y el descuento en el transporte público.
Un poquito de suerte…
Con motivo de las elecciones a alcalde que se aproximan en 2023 pudimos disfrutar de importantes descuentos en transporte público: desde un bono gratuito del tren que nos permitió movernos entre las ciudades que eligiésemos de forma gratuita (pagando una fianza que se devuelve más adelante), pasando por un descuento en el boleto del bus local donde el costo de 1,50 se vio reducido a 0.43, y para terminar un descuento del 95% en el costo de los buses de larga distancia, pudiendo desplazarnos por ejemplo desde Pontevedra a A Coruña por €0.52 en vez de los €11,60 que cuesta habitualmente.
Esto nos permitió movernos entre ciudades de forma casi gratuita.
También como te digo una cosa te digo otra… fuera de las grandes ciudades intentamos hacer dedo en un par de oportunidades, y aunque salimos victoriosos en la primera, en la segunda la policía se hizo presente para anunciarnos que en España es ilegal hacer dedo en las autopistas.
Menos mal que el transporte público estaba en momento de descuentos.
El nuevo empleado portuario
En España no perdimos el tiempo.
Muchos fueron los trámites realizados, muchos los documentos emitidos para que en un futuro este país esté entre las posibilidades de hogar, y aunque no vamos a entrar en detalles al respecto, hay uno en particular que requirió una misión memorable.
Wa tiene pasaporte italiano, y aunque eso lo convierte en ciudadano de la Unión Europea, no es suficiente para poder adquirir el documento de identidad de un país de la UE que no sea Italia, por ejemplo España.
Básicamente, el necesitaba cumplir con alguna de las condiciones necesarias para poder tener el documento de identidad correspondiente a los ciudadanos no españoles, y por ende el permiso de residencia que le permite quedarse en territorio español de forma legal por más de 3 meses.
La manera más rápida para esto era conseguir un trabajo, así que visitamos el puerto de Marín, una ciudad costera de la provincia de Pontevedra, donde según nos habían informado había empresas de trabajo temporal que siempre necesitaban empleados.
Todo sucedió más rápido de lo que imaginámos, y en menos de 3 horas estábamos volviendo a casa, con un uniforme completo para Wa y un contrato firmado.
El trabajo consistía en mover cajones repletos de pescado, pero no 10 ni 20, sino miles por día (literalmente).
Al parecer los barcos españoles van hasta el Atlántico sur a pescar el Illex Argentinus, que era el calamar, que tocaba cargar, mas adelante nos enteramos que esta practica esta destruyendo el ecosistema de los pingüinos de Punta Tombo, un lugar en el que estuvimos años atras.
Es cierto, no era la tarea más agradable pero lo peor era el trato de los superiores, quienes pasaban cada dos por tres a gritarle a los empleados para que no bajaran el ritmo, insultos incluidos.
Afortunadamente, tan pronto como se tiene el contrato de trabajo, la residencia es pan comido.
Éste proceso nos llevo a conocer otro pueblo costero llamado Villagarcía de Arousa, no será de nuestras ciudades gallegas favoritas, pero tenía playa y una tirolina gratuita muy divertida en la cual no resistí la tentación de tirarme (luego vería que estas tirolinas gratuitas son habituales en los parques de Galicia).
Más adelante volveríamos a Marín por trámites referidos al trabajo en el puerto, y esta vez aprovechamos a recorrer un poco.
Era un día lluvioso (como lo fueron casi todos los días a partir de esa fecha) pero pudimos conocer “El parque de los sentidos”, un parque gratuito con juegos para los más chicos (y no tan chicos).
Habían varias partes cerradas, quizás porque el lugar se estaba preparando para la celebración de Samaín (el Halloween gallego de origen celta). El clima tampoco ayudó mucho, pero disfrutamos un rato tranquilos, descansando las patitas.
En una de nuestras visitas a Marín nos encontramos con un compatriota de La Unión cuando al preguntar la dirección a un señor nuestro acento delató la patria. Además, siempre nos dá mucha gracia como el acento de aquellos que migraron vuelve instantáneamente a ser uruguayo cuando se encuentra a un compatriota.
Otro de los trámites que nos ayudó a recorrer fue el canje de la libreta de conducir que permite que podamos manejar un coche en cualquier país de la Unión Europea.
Este trámite en España se realiza en la DGT, y aunque el trámite no es especialmente complicado, lo realmente difícil es conseguir cita para estas oficinas.
La única manera fue entrar a cada rato a la web y apenas hubiera una cita disponible, agendarla (sin importar en qué zona sea).
Fue así como conseguimos realizar el trámite pero en diferentes ciudades: Wa lo hizo en Santiago y yo en Ourense.
El final del Camino de Santiago
Santiago de Compostela es el final del Camino de Santiago, por lo que llegar a la catedral es sinónimo de ver gente feliz y aliviada.
Este año además fue especial porque entre 2021 y 2022 fue el Xacobeo.
Habíamos visto esta palabra en todos lados pero no sabíamos el significado. Quien desveló el misterio fue el médico que nos hizo el chequeo para el carnet de conducir: nos explicó que Xacobeo es un año especial de peregrinaje. Básicamente, quienes peregrinan a la tumba del Apóstol Santiago (ubicada en la Catedral de Santiago) en año Xacobeo pueden obtener la indulgencia absoluta (es decir, el perdón de todos sus pecados) si cumplen algunos pasos más.
También nos contó el médico que en realidad la fecha se corrió por motivos de la pandemia porque hoy en día todo eso es algo más comercial que religioso e incluso se prolongó por 2 años y no uno, como normalmente es.
Más tarde, mientras tomábamos un café en un bar de la zona, uno de los dueños hablaba de fútbol con un cliente, y siendo época de mundial hablaban del partido del día, el cual casualmente era uno en el que jugaba Uruguay.
Ordenamos luego unas empanadillas (que dicho sea de paso, por 50 céntimos estaban geniales) y fue entonces cuando captó el acento y adivinó nuestro país, según el, por la personalidad “más tranquila” en comparación con los argentinos.
Me dio mucha ternura que al irnos, luego de pagar, la persona que atendía en mostrador (una señora de unos 65 años con el pelo teñido de azul) respondió a mi “gracias” con un “gracias a vos”.
El Paraguas premonitorio de Ourense
Contra todo pronóstico Ourense se quedó en un puesto más alto que Santiago entre las ciudades gallegas.
Ok, quizás el hecho de que tuviera un tobogán para bajar desde la vereda a una plaza en vez de usar las escaleras ayudó un poquito, pero no fue lo único.
Varios puentes atraviesan el Río Miño que parte a la ciudad en dos, y aunque quizás el Romano es el que tiene mayor importancia histórica, no puedo dejar de reconocer que el “Puente del Milenio” es una idea muy divertida. Este puente tiene unas curvas que pueden ser subidas mediante escaleras para tener una vista panorámica de la ciudad (y sentir que estás en la cima de una subida de montaña rusa) o podés tomar las curvas bajas que te acercan al agua.
El puente en sí mismo es una experiencia para ser recorrida a pie.
Aunque hay iglesias y catedrales de importancia histórica para ver en Ourense (como probablemente en todas las ciudades de Galicia) algo parecido a un paraguas gigante mantuvo mi atención en varias conjeturas. No sería sino hasta unas semanas después cuando llegaría a la conclusión de que se trató de una especie de premonición o advertencia para nosotros, basada en la experiencia: en Galicia llueve mucho, muchísimo.
El Claustro de San Francisco fue otra grata sorpresa, donde además tuve la suerte de recorrerlo sola, lo cual dio rienda suelta a las fotos.
La arquitectura del lugar es especial: hay detalles que se vieron por primera vez en este lugar, como los arcos semi-redondeados y algunas formas en los relieves.
Una rambla casi uruguaya en Coruña
A Coruña no fuimos llevados a la fuerza por algún trámite, sino movidos por la curiosidad de conocer otra de las ciudades de la zona.
El atractivo turístico más famoso de la zona es el Faro de Hércules, llamado de esta manera porque según cuenta la leyenda acá fue hasta donde navegó el fortachón griego para enterrar la cabeza de Gerión, el gigante al cual originalmente debía arrebatarle el ganado como parte de uno de sus doce trabajos.
No encontramos la cabeza, pero el faro es bastante fácil de divisar, y aunque no te interese la mitología vale la pena la visita porque este es el único faro romano en funcionamiento que queda en el mundo (aunque claro, está bastante recauchutado).
Pero lo que a nosotros nos llamó más la atención de esta ciudad norteña fue el aire montevideano que tenía su rambla. A lo mejor es la nostalgia, pero para nosotros estar caminando por ahí era casi como estar en Montevideo (hasta la playa nos pareció similar).
REENCUENTRO
Aunque los trámites eran una parte importante de nuestra estadía en Galicia, para mi hubo además algo más: el reencuentro con mi hermano.
Habiendo pasado más de 4 años desde la última vez que nos vimos, reencontrarnos fue lo que marcó la mayoría de nuestros recuerdos en España, especialmente los míos. Y la ciudad que presenció más estos momentos fue la más poblada de la comunidad: Vigo.
Vigo es la ciudad de la eterna reconstrucción, siempre se está remodelando algo. Es además una suerte de Casa Pueblo hecha ciudad, una competencia directa a La Paz de Bolivia; la ciudad está llena de subidas (y por ende bajadas) y escaleras que comunican una calle con otra.
Fue en la explanada de Vigo donde probamos las tapas por primera vez, el primer día que nos encontramos con mi hermano y nos invitó a tomar un café que vino acompañado de palmitas y trozos de tortilla.
Fue también el día donde aprendimos que quienes realmente mandan en Vigo no llevan uniforme ni caminan en dos patas sino que tienen plumas y no les da miedo nada ni nadie: aca las que mandan son las aves.
Primero vimos a un grupo de palomas atosigar a un señor que solo intentaba tomarse un vaso de cerveza. Luego, y en repetidas ocasiones, vimos a las gaviotas robar la comida de los platos de las personas mientras estas no miraban o no estaban allí (una incluso intentó llevarse una empanadilla, tirando el plato al suelo y armando un relajo considerable).
He llegado a ver gaviotas volando con pedazos enteros de pizza en el pico.
Si te digo que acá hay una especie de mafia plumífera que tiene el control de la zona, créeme porque baso mis comentarios en verídica experiencia.
En una oportunidad mi hermano me llevó a Cangas, un municipio justo en frente a Vigo al cual se llega en bus o en bote. Elegimos el último medio por ser el más divertido, sobre todo si tomás en cuenta que aunque llovía se nos antojó ir en la parte superior del barco (los únicos ahí) empapándonos, por pura diversión.
Cangas es un lugar tranquilo, donde quizás lo más llamativo son sus arboles enamorados… al menos así los llamo yo por la particularidad de que muchos de ellos se mantienen unidos por sus ramas.
Otro lugar que visité con mi hermano y que puede considerarse tranquilo, aunque fuera de la temporada calurosa, es Sanxenxo, una especie de balneario donde en verano se llena de turistas tanto nacionales como internacionales, pero cuando el calor comienza a desvanecerse son pocas las personas que se mantienen de forma permanente en la zona.
Aunque los paseos con mi hermano fueron siempre memorables, los momentos más especiales probablemente fueron las fiestas que pasamos juntos.
Samaín, el Halloween en gaélico
En Galicia no se celebra Halloween, sino que se celebra el Samaín, palabra derivada de Samhaín, de origen celta que significa “fin del verano” o “fin de la cosecha”.
Mientras en muchos lugares se fueron tomando las costumbres del Halloween estadounidense, en Galicia se mantuvieron por mucho tiempo las celebraciones paganas de los celtas, aunque es cierto que a día de hoy y en general lo que se mantiene es casi únicamente el nombre, ya que en cuanto a celebración, todo se parece más al Halloween que conocemos: chicas “disfrazadas” de diablitas envueltas en ajustadas minifaldas de cuero negro, y chicos con una capa roja y un tridente.
Si me apurás te diría que la celebración se siente como una excusa para salir a bailar utilizando apenas algún ornamento, el mínimo indispensable que haga creer que la persona está disfrazada (y si encima da argumento para una ropita sexy, mejor).
Para gente que le gusta disfrazarse como uno, y que disfruta de el terror, esto fue un poco chocante, pero aun así mi hermano y yo nos disfrazamos y salimos a asustar gente a la calle, aunque fuésemos los únicos que lo hiciéramos (que de hecho, así fue).
Nos metíamos en el papel tratando de mantener una cara acorde al disfraz, y pegando gritos cada tanto (en especial mi hermano que daba miedo de verdad).
Pero lo mejor por lejos, fue quedarnos escondidos en un terreno en construcción, en una rampa de metal por la que sí o si debía pasar la gente para ir de un lado al otro, y asustar allí a las pobres víctimas que salían corriendo despavoridas.
No vimos a la Santa Compaña, una típica leyenda de la zona, pero al menos intentamos ser parte de su séquito impartiendo el terror en los habitantes de Galicia.
La mágica Navidad de Vigo… hasta que llueve
Hay algo que es cierto: las luces dan la magia suficiente para que sea fácil creer que, como dice el alcalde de Galicia, la Navidad vive en Vigo.
Hay tantas, y tan lindas que mientras escribo esto no sé por cuál foto me voy a decidir para poner en este post.
Y es que no es únicamente el detalle de las figuras desplegadas sobre una de las calles importantes de la ciudad, o el árbol gigante que compite en magnitud con el de New York, sino que además toda la ciudad se viste de luces al punto de que cada punto en donde se pueda poner una lucecita más, se pone.
Es además la época del mercadillo navideño, el cual para mi sorpresa trae consigo un montón de juegos, de los cuales nos subimos a la rueda gigante (noria, para ellos) con una altura mayor a un edificio de pisos, y desde donde se puede tener una vista panorámica de todo el mercadillo.
Así con todo y disfrutando muchísimo de la magia proporcionada por la luminaria, lo más importante a nivel personal fue haber podido celebrar la Navidad con mi hermano después de tanto tiempo sin poder hacerlo.
Disfruté muchísimo cada momento del cual el me hizo partícipe, desde ir a comprar cosas Navideñas, pasando por la decoración del árbol y la preparación de la comida Navideña, terminando con la celebración como tal, y ciertamente fue de las mejores experiencias en estos 4 meses en España.
Aunque mi yo revolucionario anti capitalista de 14 años se retuerza de impotencia, hoy puedo aceptar que me gusta la Navidad, y quizás por este motivo me sorprendió el hecho de que las personas nos mirasen raro y no nos devolvieran el saludo cuando mi hermano y yo, ataviados con gorros de elfos de Papa Noel y cuernos de reno sacábamos medio cuerpo por la ventana y gritábamos “Feliz Navidad” a todo aquel que pasara caminando debajo de sus paraguas.
Un saludo especial para el único señor que sí respondió con un “igualmente”, que se lo festejamos con vítores y aplausos.
Nuestra teoría es que la lluvia juega un papel importante en el ánimo de la gente, incluso en fechas festivas, y eso lo pudimos comprobar cuando llegó año nuevo.
Año nuevo, cachetes de Quico nuevos
Uno tiene la idea de que cuando llega el nuevo año en algunos países europeos lo celebran comiendo una uva por cada una de las 12 campanadas a medianoche, en la transición entre el año viejo y el año nuevo.
Aunque hace años que mi hermano está en España, el tampoco había vivido la experiencia así que el plan era ir a Plaza America, a pesar de que por las amenazas de lluvia se habían cancelado las típicas celebraciones callejeras que años anteriores ya había cancelado la pandemia.
Pero las campanadas no nos las quita nadie, así allá fuimos con nuestras uvitas. Llegamos justo cuando comenzaban a sonar las campanadas, por lo que perdimos la coordinación. Afortunadamente nos dimos cuenta que las 12 campanadas se repiten más de una vez, digo yo que para dar tiempo a los rezagados como nosotros, y en una de esas repetidas mi hermano hizo los honores de llenarme los cachetes de uvas, haciéndome parecer Quico de El Chavo del Ocho, mientras el las comía tranquilamente (somos hermanos después de todo y me tocó ser la menor, qué se le va a hacer…).
Como somos seres pacíficos pero aun así de luz, después prendimos unas bengalitas y revoloteamos los bracitos como niños.
En esta celebración vimos más ánimos que en Navidad, ya que las personas no solo respondían a nuestros gritos de “feliz año” sino que además nos saludaban desde los balcones, y algunos hasta tomaban la iniciativa de gritarnos a nosotros primero.
Los reyes Magos y su séquito de Stormtrooper
Nunca imaginé que podría usar las palabras “reyes magos” y “stormtrooper” en la misma oración pero ay, la magia del desfile de reyes de Vigo.
El 6 de Octubre partimos con mi hermano a presenciar el famoso desfile de los Reyes Magos en Vigo.
Mucha gente ocupaba las veredas, ubicadas contra las vallas que delimitaban el camino por donde vendrían Melchor, Gaspar y Baltasar, y habiendo encontrado un rinconcito aceptable, apoyados contra un muro, esperamos a que aparecieran los susodichos.
Me había contado mi hermano que los reyes tiraban caramelos a los niños, pero nada podía prepararnos para lo que sucedió después.
Primero, varios transportes amagaron la aparición de los reyes; la gente veía luces de colores asomar por la esquina y se ponía a festejar como loca; pasados algunos segundos, lo que asomaba por la esquina eran ambulancias y autos de policía.
En algún momento empezaron a aparecer carritos y bicicletas con personas vestidas como ciudadanos de diferentes países, y hasta acá todo muy pintoresco.
Pero de pronto empezó a sonar la música de Star Wars.
Extrañadísimos, mi hermano y yo nos mirábamos pensando que nos habíamos equivocado de evento, sobre todo cuando vimos asomar a Darth Vader y plantarse en medio de la calle, mirando amenazadoramente, con los storm truper alrededor.
A partir de este momento empezaron a desfilar carros alegóricos mezclados con grupos de bailarines, todos con los más diversos temas, desde los clásicos de cuentos de hadas hasta los cazafantasmas al grito de “Ghostbusters” en una versión metalera.
Cada tanto aparecía mechado el carro alegórico de alguno de los reyes magos, quienes al final de cuentas tenían menos protagonismo que nadie.
Pero lo mas impactante fue el acribillamiento del que fuimos víctimas: cada carro alegórico que pasaba iba abordado de niños y adultos, todos tirando caramelos a mansalva, pero no en modo lluvia, no señor… tiraban a matar.
Mas de una vez nos vimos acribillados contra el muro donde estábamos, sin posibilidad de defendernos (ah pero bien que después nos agachábamos y metiéndonos entre las patas de la gente, esquivando las pisadas, juntábamos los caramelos del piso como niños chiquitos.
Cuando termina el desfile, las vallas se abren y básicamente vas caminando entre un mar de trastes para arriba, tanto de niños como de adultos, todos rebuscando los caramelos que quedaron sanos.
El desfile de reyes es hermoso… violento, y hermoso.
LA BÚSQUEDA DE LAS RAÍCES
Una de las misiones obligadas que teníamos en Galicia consistía en ir en busca de las raíces españolas de mi familia, el cual tomaría dos visitas, una con Wa y otra con mi hermano.
A dedo a Cerdedo
La primera vez fuimos Wa y yo, y para hacerle honores al lugar al que íbamos y ya de paso probar qué tan posible era viajar a autostop en España, decidimos ir a dedo… a dedo a Cerdedo, el pueblo de una mitad de mi familia.
Aunque muchos nos habían dicho que hacer dedo en España era prácticamente imposible, rompimos todas las predicciones subiendo a nuestro primer auto a dedo en España a la media hora de haber comenzado, y subiéndonos al mismo auto pero en sentido contrario cuando volvimos a hacer dedo para irnos (casualidades de la vida).
La segunda vez fue con mi hermano, pero esa vez no tuvimos tanta suerte: un agente de policía apareció y primero nos dijo que hiciéramos dedo en la estación de servicio que estaba mas alejada del pueblo.
Al rato de estar haciendo dedo allí, pasó el mismo coche de policía a decirnos que hacer dedo es ilegal, y mucho menos sin chaleco reflectante, así que nos regalaron un chaleco y se fueron, dando la sensación de que hacían la vista gorda y nos daban carta libre para seguir haciéndolo, pero corriendo el riesgo que otro agente de policía pudiera multarnos.
Por eso, después de intentar preguntar a los choferes que paraban en la estación sin éxito, mi hermano y yo aceptamos a alguien que nos llevó de nuevo a Cerdedo desde donde tomamos un bus.
El pueblito rutero mas lindo
Cerdedo es un pueblo ubicado sobre la ruta que lleva de Pontevedra a Ourense, y es tan chiquito que no se necesita más que media hora para recorrerlo por completo.
Según nos contó una señora que nos ayudó a buscar a alguien que quizás pudiera saber sobre mi familia, cada año hay menos gente en Cerdedo, al punto que la escuela permanece abierta únicamente gracias a los niños árabes, hijos de las únicas pocas familias que a veces llegan a vivir allí.
En búsqueda de pistas sobre mis antepasados entramos al cementerio esperando encontrar ya sea mi apellido o el de mis abuelos, pero nos dimos cuenta que nada íbamos a sacar de eso cuando vimos que mas o menos la mitad de las personas en aquel cementerio tenían mi apellido, y la otra mitad se debatía entre los apellidos de mis abuelos y alguno más, al punto que nos hizo plantearnos (un poco en broma un poco en serio) un pasado bastante incestuoso.
Armados con un mapa que hice a mano siguiendo las instrucciones basadas en recuerdos que mi familia mantenía, tanto con Wa como con mi hermano logramos encontrar las piletas donde probablemente nuestras abuelas lavaron tanta ropa años atrás, y el río donde nuestra familia se bañaba en verano, así como la fuente de donde se sacaba agua para tomar.
Además, con mi hermano llegamos también hasta San Bernabé, un rancherío de 3 casitas de las cuales 2 estaban ocupadas (una de ellas solo los fines de semana) y de donde venía también parte de nuestra familia.
En ambas oportunidades rematamos el día tomando un café en la cafetería del pueblo, donde en una oportunidad nos pusimos a conversar con un grupo de señores, y como todos en Cerdedo, nos decían que por supuesto que conocían nuestro apellido, pero claro… medio pueblo tenía el mismo apellido (incluso habían empresas en los alrededores con el mismo apellido).
Para mi, que me crié deletreando mi apellido a todo aquel que lo preguntara porque aparentemente no es muy común (con excepción de Colombia), esto fue de alguna manera una grata sorpresa.
Pero sobre todo, esta visita que removió sentimientos. Este lugar no era solo una iglesia pintoresca o un paisaje lindo.
La conexión con este pueblo se sentía corriendo por las venas, y latía a cada paso que dábamos, justo al lado de las huellas de nuestros antepasados.
ANECDOTARIO
Cuatro meses es un tiempo considerable y más que suficiente para juntar algunas anécdotas dignas de recordar, sobre todo si tomamos en cuenta que durante nuestro primer mes en el país, casi cada fin de semana nos pasaba algo memorable.
Vale aclarar que en nuestro piso compartido, el fin de semana era el momento donde nos quedábamos solos… por fortuna o por desgracia.
Encerrados en casa
Nuestro primer fin de semana mientras preparábamos la cena, la puerta de nuestro dormitorio se cerró súbitamente, dejando las llaves dentro (una de ellas puesta en la cerradura) junto con las llaves del portón de la casa.
Estando mi celular también en el dormitorio, no había forma de avisar a los dueños, así que pronto empezaron a llegar los pensamientos de autoconsuelo “al menos tenemos comida”.
Por el riesgo de caída descartamos la posibilidad de trepar el muro hecho de gruesos barrotes de cemento (típico en la zona) para golpear puertas a los vecinos por lo que me limité a meter la cara entre los barrotes de cemento y llamar a dos señoras que casualmente paseaban al perro.
Les expliqué la situación, y pronto se unió otra señora que conocía a los padres de los dueños de nuestra casa. Fue ella quien logró comunicarse con ellos, asi que al rato apareció un familiar de los dueños de nuestra casa, y cual Romeo apoyó una escalera en una ventana (que afortunadamente había quedado sin trancar) y nos abrió la puerta desde el interior de nuestra propia habitación.
En nuestro segundo fin de semana solos nos encontramos con una inquilina nueva en el baño que venía acompañada de sus cientas de hijas a upa. Los encantos de vivir en el campo.
Mi primer -casi- envenenamiento
Estas historias van escalando, porque el segundo fin de semana sucedió algo que rayó la preocupación.
Tengo el recuerdo de una Joy de 6 años de edad, leyendo cuentos donde aparecían vendedoras de castañas asadas en las calles, cosa que no se ve en Uruguay (lo más cercano son los vendedores de maní). Si a eso le sumamos que una vez en mi casa consiguieron castañas, las probé y me gustaron, cuando llegué a España estaba deseando que llegara el invierno para vivir esa tradición (bueno, eso de que llegara el invierno podríamos obviarlo).
Un día atravesamos una plaza llena de árboles de los cuales colgaban unas bolitas pinchudas, y el piso estaba repleto de castañas.
Enseguida estábamos Wa y yo, traste para arriba llenándo la mochila de ellas.
Nos llamó la atención ver un montoncito de castañas a un costado en la plaza, pero pensamos que quizás eran de alguien que se las reservó para llevar después.
Tenía 3.5 kg de castañas y estaba súper contenta, no solo por el ahorro (las vendían a unos 5-6 euros el kg en las tiendas) sino porque finalmente podría darme un empacho de castañas.
Mi plan era prepararlas de 3 maneras distintas (hervidas, en almibar y tostadas al horno) así que pasé toda una tarde en el proceso.
Finalmente llegó el momento: saqué un trocito de una y me lo llevé a la boca.
No me gustó, pero me di cuenta que no era ese el sabor normal de las castañas, sino que parecía que esta estaba en mal estado, así que la dejé de lado y probé otra.
Mismo resultado.
Intenté con una tercera, y nuevamente, el sabor agrio me desilusionó.
No podía ser posible que todas las castañas estuviesen podridas, así que sospechando algo me puse a buscar en internet y encontré lo que ya me temía.
Resulta que hay varias especies de castañas. Algunas son comestibles y otras no.
Existe una especie de árbol de castañas, en el cual sus frutos crecen dentro de un capuchón verde con pinchos gruesos, que con el tiempo va secándose hasta que finalmente se abre y de el sale normalmente una única castaña grande.
Las hojas del árbol que da estos frutos tienen una forma como de estrella con puntas redondeadas.
Y lo más importante, el fruto de este árbol es conocido como Castaña de Indias y es extremadamente tóxico para el ser humano.
Estas eran las castañas que en mi desconocimiento junté aquel día en la plaza de Vigo, y las que me estaba comiendo.
Enseguida le mandé un mensaje a un médico que nos hospedó días atrás y luego de hacer averiguaciones me recomendó tomar un taxi lo antes posible para llegar rápido al hospital para que me hagan un lavado de estómago y un tratamiento con carbón para absorber las toxinas.
Ya estábamos pensando en la odisea que nos esperaba cuando este médico nos dijo que como la ingesta había sido reciente y en poca cantidad, antes podía probar vomitar, y si lo lograba, quizás evitaba ir al hospital, pero que lo corroborara con el departamento de toxicología.
Allá me fui al baño y me quedé abrazada al retrete.
Las vueltas de la vida, una nunca protagonizó una de esas típicas escenas de película donde la persona borracha se abraza al trono, y quien diría que mi primera vez abrazando un wáter cló sería por intoxicación con castañas de Indias.
Siguiendo los consejos del médico, me puse los dedos en la garganta muchísimas veces, al punto que en una de ellas sentí la glotis rozar uno de mis dedos al abrirse (para alguien que disfruta de la biología, esto fue una experiencia a recordar) y vomité lo que pude (que no podía ser mucho porque ese día había comido muy poco).
Wa me preparó un exquisito café con muchísima sal (entiéndase la ironía) y así poco a poco fui largando lo que había que largar.
Agradecemos que esto sucedió en fin de semana, y que nuestros compañeros de piso no estaban porque de haber sido así se hubiesen espantado con los ruidos guturales que salían de mi garganta forzada, aunque los que probablemente se enteraron fueron los nuevos inquilinos que esa noche estaban llegando a ocupar el piso inferior de la casa. Habiendo sucedido esto a las once de la noche, no dudo que hayan pensado en recurrir a un exorcista con el fin de santiguar la casa y liberarla de esos seres que hacían semejantes ruidos del inframundo cuando se acercaba la medianoche.
Luego de este mágico momento, llamé al departamento de toxicología donde me dijeron que si había logrado vomitar no era necesario el lavado de estómago, y con esta bella experiencia en mi haber, solo me queda recordarles algo:
LAS CASTAÑAS QUE SÍ SE COMEN crecen en árboles de hojas cuyos bordes son como un serrucho, y el capuchón en donde están las castañas tiene muchos pinchos muy finos, como un puercoespín, dentro del cual suelen haber 2 o 3 castañas, rara vez hay una sola. Además, las castañas que sí se comen tienen una especie de colita o puntita, que las que no se comen no tienen.
Y si te estás preguntando si volví a juntar castañas del suelo y comerlas… la respuesta debería ser obvia ¿no?
Por supuesto que sí.
Aprendí a diferenciarlas, y lo volví a intentar; más aún cuando descubrí que cerca de nuestra casa habían muchos árboles de castañas de las buenas.
Esta vez sí, pude prepararlas y probarlas, aunque desistí rápidamente porque la mayoría tenían gusanos en su interior (los inconvenientes de juntarlas del suelo).
Pero que me dí el gusto, me lo dí.
GENERALIDADES DE GALICIA
No es la idea que este post sea demasiado largo, pero no podemos terminarlo sin mencionar algunas generalidades de Galicia, de las cuales probablemente algunas sean de España en general.
Por un lado, tenés que saber que Galicia es de las zonas más baratas de España, encontrando una diferencia de precios considerables con otras zonas.
También hay ofertas que si bien desconocemos si están en otras ciudades, sumado a los buenos precios son bastante convenientes, por ejemplo, algunos supermercados ponen los productos próximos a caducar al 50 del precio, usualmente los sábados, por lo que es un buen día para hacer el surtido.
A nosotros también nos llamaba la atención que muchas personas usaban la terminación “iña” e “iño” al final de las palabras como una especie de simpatía, por ejemplo, recuerdo una vez en el supermercado donde en menos de 3 minutos escuché frases como “sigue lloviendo… es tan aburridiña la lluvia” y “está bien, uno tiene que hacer sus cuentiñas” terminando con un “graciña” en lugar de gracias.
Algo que no nos gustó y que probablemente sea un problema a nivel nacional es el sistema médico público.
Si bien es una ventaja poder contar con atención sanitaria gratuita, también es cierto que la atención puede dejar que desear, sobre todo en lo concerniente a salud preventiva.
Quizás sea porque uno viene de un país donde la gente está más acostumbrada a hacerse chequeos (estamos más perseguidos capaz) pero lo cierto es que pudimos comprobar que en España, si no te duele algo o si no tenés algún motivo de salud que amerite hacerte por ejemplo un análisis de sangre, van a intentar evitarlo a toda costa (no, tampoco sirve decir “me voy a un viaje largo y quiero irme con los análisis actualizados”). Lo mismo sucede con los pases a especialistas, que dicho sea de paso, si pedís un pase y te lo dan, algunos pueden demorar entre 5 y 6 meses en atenderte.
La salud dental se limita a revisión o casos de emergencia como extracciones, pero no mucho más, así que cualquier otra cosa tenés que hacértela de forma privada.
En fin, que si bien la atención médica es gratuita y eso se agradece, también es cierto que está muy recortada.
Otra cosa muy clásica de Galicia son las casas de piedra y los balcones cerrados de estructura mayormente blanca (nosotros teníamos uno en donde vivímos). De entrada estos últimos llaman la atención por estar en casi todas las casas, pero en A Coruña fue donde encontramos la mayor cantidad juntos.
Para finalizar, no podemos no mencionar la lluvia, porque es el personaje principal de Galicia durante al menos 2 meses al año.
Muchas personas nos dijeron que “nunca había llovido tanto como este año” así que no estamos seguros si fue un caso excepcional, pero nunca habíamos estado en un lugar donde lloviera tantísimo. Cada día. Todos los días. Varias veces al día.
Lo que era raro para nosotros era el hecho de que apenas comenzaban a caer unas gotitas todo el mundo abría el paraguas, llegando al punto de ver gente caminando con el paraguas abierto aun cuando todavía no llovía. Y claro, te miraban muy raro si ibas caminando baño la llovizna cosa normal para nosotros (creo que hablo en nombre de la mayoría de personas en Uruguay si digo que nosotros abrimos el paraguas cuando la lluvia ya es considerable).
Con todo, Galicia nos pareció un lugar muy agradable digno de convertirse en el tercer país en el cual se puede decir que “vivimos” una temporada.
Las posibilidades a futuro siguen siendo inciertas aún, pero el recuerdo que nos deja este lugar tan verde y tranquilo quedará siempre grabado en nosotros.
Ahora y una vez más, comienza el movimiento.
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