SALIENDO DE LA CAJA
La salida del Parque Nacional de Cajas fue sencilla. Haciendo dedo, nos levantan dos colombianos, padre e hijo, que si bien no solían levantar gente, fueron en contra de sus principios cuando nos vieron las caras de extranjeros. Una vez más somos testigos de esas diversidades, donde a veces ser notoriamente extranjero puede ser positivo o negativo, según la situación.
Ellos iban a Guayaquil, pero como nosotros queríamos pasar por un pueblo llamado Mercedes, les pedimos nos dejaran antes.
Mercedes resultó ser un pueblito muy chico, pero también tan «desordenado» y con tanto barro, que no nos resultó muy tentador para poner la carpa, así que enfilamos para la ruta a seguir haciendo dedo.
Cuando estábamos caminando, un señor que vendía fruta nos detiene, y nos ofrece dos mangos enormes, y con el idioma universal de la sonrisa, nos invita a quedárnoslos gratis.
La persona que nos dejó en Guayaquil, fue un señor que nos contó que había comprado un terreno con una cascada en Ecuador, por 3000 dólares.
No, no leyeron mal, terreno con cascada. 3000 dólares. Vida real, no película ni utopía.
Y con ilusiones de hacernos una casita como la de los Osos Gummi en Ecuador, llegamos a la ciudad del eterno calor.
GUAYAQUIL
Guayaquil era esa ciudad de la cual todo el mundo nos advertía; que los van a robar, que cuidado las mochilas, que no caminen de noche, que hay más delincuencia que en Quito, etc.
Nosotros encontramos de todo menos delincuencia.

Y entrando, este monumento te dice que todo va a estar bien
Claro que no hay que regalarse en una ciudad tan grande, pero tampoco perseguirse demasiado, sin dejar nunca el sentido común.
Hay partes que sí, se veían peligrosas, pero nada que no pueda evitarse con precaución.

Hasta los perritos callejeros pueden andar más tranquilos
Guayaquil tiene mucho para ver. Acá les va nuestro relato de los lugares que conocimos… pero primero…
PREPARATE PARA EL CALOR… Y QUIZAS LA LLUVIA
Guayaquil fue hasta ahora, la ciudad más calurosa en la que estuvimos. Más que en plena costa incluso.
Y no, no importa que sea invierno para Ecuador.
Ah, porque ¿no sabían?
En Ecuador, de diciembre a marzo es invierno por estar al Norte de la línea del Ecuador (aunque haya algunas ciudades un poco por debajo de la línea) entonces, de golpe y porrazo en pleno febrero estás en invierno. Todo muy loco para estos dos residentes del hemisferio Sur.
De todas formas, sobre la línea del Ecuador las estaciones son algo casi utópico, una leyenda que se cuenta alrededor de las hogueras del campamento entre los niños; acá más bien lo que existe es época de lluvias y época seca; de diciembre a mayo es época de lluvias, y de junio a noviembre es la temporada seca.
No tengo que explicarles que sucede con el clima en cada una de ellas… confío en su capacidad de razonamiento.
Ahora, ¿te pensás que la lluvia va a impedir que transpires como un condenado en Guayaquil?
Pues lamento decirte, mi querido lector, que eso es otra utopía, una vana ilusión que nada tiene que ver con la realidad.
En Guayaquil vas a sudar la gota gorda, hasta quedándote sentado a la sombrita.
No es casualidad que las duchas no suelan tener agua caliente, sino más bien causalidad.
Tampoco es casualidad que haya una plaza llena de iguanas.
Ni que con 28 grados, la gente ande con buzo de lana.
¿Perdón? ¿Qué?
Si, como leyeron; a pleno mediodía, con el sol allá arriba tirando rayos como loco, la gente andaba con camperas y buzos de lana porque claro, 28 grados es prácticamente estar en Alaska… ¿no?
Ahora que lo pienso, esa era una buena forma de diferenciar a un turista de un local… el que se abanicaba y andaba de manga corta versus el que andaba con buzo de lana sin tener ni un brillito en la cara.
PARQUE HISTÓRICO DE GUAYAQUIL
El parque histórico no está ubicado precisamente en el centro de Guayaquil, sino en una especie de «colita» que sale del continente (mis términos son 100% científicos, obviamente) y para llegar allí desde el centro pueden o darse una vuelta que mamma mía, o cruzar un puente que atraviesa el Rio Durán.
Otro dato importante al respecto es el precio; el costo para entrar a este parque, a fecha de febrero de 2019, es de… cero. Cero dólar, cero peso, cero rupie, cero yen, cero especias, cero loquesea.
De hecho, nos parece increíble que semejante parque sea gratuito, pero ya saben… cuando las cosas funcionan bien, mejor no preguntar (mentira, siempre pregunten todo, la curiosidad es una de nuestras armas más eficaces para el saber).
Y ahora, hablemos del parque en sí.
¿Qué vamos a ver allá adentro?
Muchos animales, construcciones coloniales, zonas de parque hermosas, y algunos mini-museos con explicaciones varias, como por ejemplo, un museo del cacao, donde les explican el procedimiento de su elaboración y les dan a probar un poquito de chocolatada calentita.
Les voy a contar de la parte que más me interesa a mi, y la que me gustó más, claro.
Para quienes me conocen, ya se la ven venir.
Me refiero a los animales.
Los animalitos allí están en ambientes muy naturales, lo cual es positivo dentro de lo negativo que conlleva un zoológico, y de hecho, muchas aves están sueltas, es decir, vas caminando por las pasarelas de madera, y tenés a un par de guacamayos descansando en una rama arriba de tu cabeza, lo más panchos.
Claro que esto de que estén sueltos solo se dá con las aves, porque los animales que pueden ser potencialmente peligrosos están en zonas desde las cuales no pueden alcanzar a los visitantes… a excepción de una serpiente, que enroscada en el cuello de un cuidador, se deja tocar y poner alrededor de otros cuellos para la foto.
Lamentablemente no nos sacamos esta foto porque estaba lleno de gente haciendo fila, y nosotros con las mochilas a cuestas, no teníamos tantas ganas de esperar.
Si ya sé, que tufo a mentirita que tiene esto («huele a miedito» – léase con el tono de la canción «huele a peligro»), pero les prometo que es 100% verídico.
Otra cosa que llama mucho la atención es la cantidad de manglares que hay en el parque, de hecho, a veces caminas rodeado de ellos.
Los manglares son algo que no deja de sorprender por sus formas tan prolijas dentro de su enredada desprolijidad, pero además, dan esa sensación de estar en medio de un lugar más salvaje del que en realidad estás. Por un momento, te hacen olvidar que estás en un Parque en medio de una ciudad (y esa sensación no la disipan las pasarelas, humanamente construidas, por las que vas caminando).
Dejando un poco de lado la parte mas natural, el parque está lleno de partes muy lindas para sentarse a descansar.
Claro que hay paradores, lugar donde comprar comida y chucherías de recuerditos, pero los precios ya son más elevados que en la ciudad.
Aun así, no tiene desperdicio pasar un ratito admirando los detalles decorativos que se encuentran por todos lados.
Es cierto que en estas zonas ya no estamos ante obras de la naturaleza, sino humanas, pero así con todo, son admirables.
Incluso para ojos no fotográficamente profesionales como los míos, es fácil detectar rincones llenos de belleza.
En resumen, el Parque Histórico de Guayaquil es un lugar de visita muy recomendada, y además, apta para mochileros por su inexistente precio de entrada.
PARQUE DE LAS IGUANAS
Acá ya nos vamos al centro mismo de Guayaquil, para hablarles de otro clásico de la ciudad.
Seguro que, si conocen algo de Guayaquil, es esto.
El Parque Seminario o Bolivar, más conocido como Parque de las Iguanas lleva su apodo por una razón… bueno, por una no, por cientas de ellas.
Y si pensaron que estas reptiloides amiguitas iban a sacare el podio a las ya clásicas palomas, residentes de toda plaza existente, se equivocan… más bien digamos que lo comparten.
Yo me la juego que entre ellas tienen alguna especie de amnistía, algún trato del cual ambas partes se ven beneficiadas y por eso conviven en semejante armonía… algo así como «mientras vos te quedás dura y te dejas tocar, yo les como las miguitas que están alrededor» o «si aquel humano no me da lechuga, vos le hacés popó en la frente».
Como la fama de la plaza está dada por estos animalitos, no es de extrañar que haya mucha gente vendiendo lechuga (para las iguanas) y semillas (para las palomas).
Nosotros tuvimos la suerte de encontrar un paquetito de semillas intacto, caído debajo de un banco, y mientras le tiraba semillas en el piso a las palomas, se acerca un señor y me dice que me ponga semillas en las manos y me pare como el Cristo Redentor de Brasil (no me lo dijo así, pero bueno, para que me entiendan).
Yo no creía que realmente funcionara, pero…
Y fue uno de los momentos más lindos de todo Guayaquil.
Yo definitivamente, nunca voy a poder compartir ese sentimiento de mucha gente cuando dice, con desprecio, que las palomas son ratas con alas… primero, porque las ratas también me gustan, y segundo, porque a pesar de todo lo que me digan, las palomas siguen siendo un animalito que tengo en mucho aprecio… me han entretenido muchos tiempos muertos en las plazas, viendo cómo se persiguen unas a las otras, como hip-hopean con el cogotito, y buscando colores de plumajes extraños entre cuellitos tornasol.
No palomas, yo no las odio.
UNA SALIDA INUSUAL… EL ESTADIO DEL BARCELONA
Wa sabe de fútbol lo que yo sé de armar playlists bizarras… o sea, mucho.
Y yo sé de fútbol, lo que Wa sabe de hacer flores con goma eva… o sea, nada.
Pero se nos dio una oportunidad que no podíamos dejar pasar; para Wa iba a ser algo interesante, y para mí, una experiencia atípica y curiosa.
Justo cuando estábamos en Guayaquil, nos enteramos que un cuadro de Uruguay, el Defensor Sporting, estaba quedándose en la misma ciudad, porque jugarían un partido de la Libertadores contra el cuadro más famoso de Ecuador, el Barcelona de Guayaquil.
La cosa había estado caldeada, porque el Barcelona de Guayaquil había perdido el partido anterior sin haberlo perdido: había incumplido parte del reglamento, utilizando un jugador que no estaba registrado, por lo que le restaron 3 puntos.
Eso significaba que para que el Barcelona ganase, tenía que meterle 4 goles a Defensor, sin que este metiera siquiera uno. Al menos, esa era la forma más sencilla para que Barcelona de Guayaquil siguiera en juego en la Libertadores.
Esto ya predisponía las cosas de forma muy fea, porque si Defensor ganaba no sería una victoria como tal, lo que aumentaba el posible odio hacia ellos.
El caso es que, si bien ir al estadio puede ser algo un poco problemático, y todavía más si se nos notaba lo uruguayo, decidimos ir igual porque había una promoción 2×1, asi que con una entrada podíamos ir los dos.
Y allá fuimos, caminando.

Y nos encontramos con este señor saludando, que en teoría sólo hay uno en Uruguay y otro en Corea… patrañas…
Una tormenta que nos agarró cuando todavía faltaban varias cuadras para llegar, me hizo pensar inevitablemente en los clásicos paralelismos psicocósmicos de la literatura y el cine. La lluvia antes de la tragedia es un clásico de todos los tiempos, pero esperaba que siguiera siendo un recurso literario, no aplicable a la vida real.
Al llegar al estadio, y estando haciendo la fila para que nos «palpen» a ver si llevamos algo peligroso en los bolsillos, me di cuenta que había olvidado sacar mi navaja suiza del bolsillo. Traté de poner la cara más «¿navaja? ¿Qué navaja?» que pude y llegué hasta la señora de seguridad, quien me palpó todos los bolsillos menos el que tenía la potencial arma blanca.
Bien, por ahora el paralelismo psicocósmico no estaba funcionando en la vida real.
Una vez entrar al estadio, que por cierto era enorme, preguntamos a los policías dónde estaba la tribuna de Defensor, a lo que nos responden «no, la tribuna de Defensor no vino».
Ah, no vino, como en la escuela.
Así fue que nos tocó camuflarnos entre los hinchas del Barcelona de Guayaquil.

El amarillo colmaba el estadio
Tanto a mi como a Wa, la verdad es que nos daba igual quien ganara, pero pensamos que ponernos en la tribuna de Defensor sería una buena oportunidad para encontrar al uruguayo de Ecuador (para quienes no lo sepan, nos vamos encontrando uruguayos en cada país que vamos).
Pero bueno, quedará para otra vez.
El partido se desarrolló entre gritos y cánticos, y aunque en términos numéricos ganó Barcelona, la victoria » de escritorio» se la llevó Defensor, porque el resultado no superó el 1-0.
Todo lo «pacífico» que pudo ser hasta ahora nuestra estancia en el estadio, cambió radicalmente a la salida. No sabemos cuál es el motivo por el cual, de una salida con doble portón, solamente abrieron uno, el caso es que se generó un efecto embudo que fue inevitable evitar.
Cuando quisimos acordar, estábamos en medio de la marea de cuerpos, siendo literalmente arrastrados por una fuerza colectiva mayor que nos hizo avanzar por inercia, siempre cuidando de no caernos porque ahí sí , terminaríamos pisoteados por cientas de personas.
Y si bien parece que ya podíamos estar tranquilos, todavía nos quedaba llegar al centro.
Pronto nos daríamos cuenta que el camino no era el más seguro, y si tomamos en cuenta que ya eran las 21:00 hs, el peligro aumentaba.
En nuestro afán por ahorrar, nos dijimos que, si mucha gente que salía del estadio iba por la calle, de alguna manera estaríamos más seguros, así que nos fuimos siguiendo a la multitud, que cada vez se iba haciendo más chiquita.
Finalmente, terminamos caminando solos por calles obscuras, donde cada sombra nos ponía en estado de alerta.
Así con todo, llegamos al centro y conseguimos tomar un bus local, donde un señor que se mantuvo callado todo el viaje, vió su oportunidad de conversar cuando unos viajeros que vivían de los malabares, se bajaron del bus, dejando una estela de aroma poco agradable; lo que comenzó como un movimiento de abanico con la mano y un comentario del estilo «ufff menos mal se bajaron», terminó en una extensa conversación imparable (¿o debería decir «monólogo»?) sobre Ecuador en general, su economía, sus lugares, y demás temas autóctonos.
EL MALECÓN 2000
Con este nombre tan futurista (por el simple hecho de tener un número milenario en el) es como conocemos a lo que nosotros llamaríamos «la rambla», o lo que mundialmente sería «la costa» de Guayaquil.
Es un lugar muy tranquilo para ir a caminar, y tiene pinta de ser bastante nuevo. Pasarelas con banquitos de madera y arboles al costado de agua son perfectos para una tarde de relax.
Además del malecón 2000, podemos encontrar también «El Malecón» a secas, el cual es algo más antiguo que el 2000; para nosotros, el 2000 fue suficiente para dar por satisfecho el deseo de «rambla», así que sólo podemos recomendarles la costa futurista.
EL FARO DE LOS 444 ESCALONES
Asegúrense dejar este paseo para el día que hayan desayunado pilas alcalina con una bebida de 220 volts, porque subir esos escalones no es moco de pavo.
Ni bien comienza la subida escalonada, nos encontramos con un mural que representa la colonización, y más allá de los ideales que tengan (si fue algo positivo, negativo, o un poco de ambos, para América) es innegable que artísticamente es algo digno de ver.
Y ahora sí, arranca la subida.
Los dibujos de los escalones son el bálsamo que te van llevando, pasando por los almacenes entre los escalones que te ofrecen limonada a 25 centavos, o cerveza en español y en inglés.
Finalmente, y de lengua afuera, alcanzar la cima es sinónimo de una excelente vista de la ciudad, además de ver de cerca el faro, y la posibilidad de entrar a una especie de museo donde hay recreados algunos barcos piratas.

Ah si… y la vista del faro
LA SALIDA DE GUAYAQUIL
Finalmente, nos despedimos de esta ciudad, como no podía ser de otra manera, sudando la gota gorda.
Porque eso es, definitivamente, lo más memorable de Guayaquil: el calor; así que salir sudando a todo trapo podría decirse que es como irnos haciéndole honores.
Definitivamente, Guayaquil es la ciudad más calurosa en la que hemos estado hasta ahora. No quiero saber lo que será en verano (y se los está diciendo alguien que ama el calor).
Caminamos hasta el final de la ciudad (lo que significó unos buenos 10-15 kilómetros dándole a la patita, con la mochila al hombro) para hacer dedo rumbo a Daule, un pueblito perdido, donde todo el mundo te mira con extrañeza porque ver un turista allí es casi como ver un dragón en el patio de tu casa.
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