A pesar de que Guayaquil tiene esa fama de peligroso, no tuvimos mejor idea que salir de la ciudad a patita, envalentonados por la luz solar.
Lo cierto es que metimos varios kilómetros de caminata hasta llegar a las afueras de la ciudad (más de 10 kms) y lo único negativo que nos pasó (bueno, que me pasó) fue llenarme las patas de ampollas, y además, achicharrarmelas, porque usé sandalias sin medias.
Ahora tengo la Z del Zorro en los pies.
Una vez en las afueras de la ciudad, hicimos dedo, justo en la entrada de la cárcel, donde un cuidacoches nos miraba con muchísima curiosidad. Fué muy gracioso, porque un auto nos levantó enseguida, en menos de 10 minutos, y ahí el cuidacoches mutó su expresión de curiosidad en sorpresa e incredulidad derrotada.
El señor que nos levantó intentó cobrarnos en un principio, pero cuando le dijimos que viajábamos a dedo, nos llevó de todas formas. Nos dijo que sólamente nos llevaría hasta el peaje, pero al final, se ve que le caímos bien porque nos llevó hasta un pueblo que quedaba más lejos, y nos compró galletitas en el camino.
Fue muy gracioso el hecho de que cuando le contamos que estábamos viajando por toda América y parando en pueblos, los ojos se le hicieron grandes y brillantes y nos dijo «¡Son como Jesús!» y muy entusiasmado, nos propuso que fuéramos por el mundo, predicando la palabra del Señor. Nos vio cara de Uololó (solo los gamers de la vieja escuela entenderán esto).
Nuestro siguiente punto de espera fue la entrada de un parque llamado «Grulla Roja»; apenas paramos allí, vino un señor a caballo a decirnos que por ahí pasaban buses, y a pesar de que le explicábamos que viajábamos a dedo, con toda su voluntad de ayudar, detuvo al primer bus que pasó, mientras nosotros negábamos con la cabeza, los brazos, y casi con todo el cuerpo, al chofer del bus que ya iba abriendo la puerta.
Finalmente, el señor entendió, se subió a su Rocinante de nuevo, y se alejó.
La verdad es que estábamos muy cerca del pueblo al que íbamos, sólamente 7 kilómetros, pero habiendo caminado todo lo que habíamos caminado ya ese día, con las ampollas en carne viva, no teníamos más ganas de seguir la caminata, así que esperámos.
Después de 2 horas, la espera más larga en Ecuador hasta ahora (que igual no le llega ni a los talones a las esperas del Norte Argentino) un señor nos levanta y nos deja en nuestro destino.
DAULE
Daule es uno de esos pueblitos que se nota muchísimo que no están nada acostumbrados a los extranjeros. Todos nos miraban de forma muy extraña, como las miradas de los niños cuando ven algo por primera vez, es decir, cargadas de curiosidad y hasta algo parecido a la timidez. Obviamente, y como no podía faltar, algunos, los más extrovertidos (que solían ser los que estaban en compañía de sus amigos tomando algo en una tiendita), nos gritaban «hello gringos».
El pueblo es tan chiquito que se recorre en un ratito, pero así y todo tiene un parque de agua en construcción que pinta que va a ser muy grande, y también un shopping (mall) que no tiene nada que envidiarle a otros que hemos visto en ciudades grandes.
También tiene una rambla (malecón) pero la verdad es que no es lo más pintoresco del mundo; luego nos contarían que debajo del puente que atraviesa el río que divide a Daule en dos partes, hay muchos niños con problemas de drogadicción, y que si bien no son peligrosos, no es una linda experiencia caminar por allí debajo y verlos esnifando polvos de una bolsita.
Pasamos 3 noches en Daule, tomando los mejores batidos de frutas que probamos hasta ahora (y a un precio que te hacía tomarte un par por día), y compartiendo momentos y comidas con gente super linda que hasta nos prestó su casa y su única cama, mientras ellas se iban a dormir a otro lado para dejarnos a nosotros comodos.
También conocimos a un español (el tercer turista del pueblo) que aprobó nuestra tortilla de papas, por lo cual ya puedo descasar en paz.
Nos contaron que Daule es un lugar por el que los turistas no suelen pasar, de hecho, en un año, nosotros (incluido el español) eramos los segundos turistas que llegaban al pueblo a quedarse.
Y si bien Daule no es un pueblo con grandes atractivos (no es un lugar que recomendaríamos visitar si querés hacer turismo), nuestra experiencia allá fue muy buena, como suele suceder, gracias a la gente que conocimos.
CAMINO A LA COSTA ECUATORIANA
Al salir de Daule, y luego de un rato esperando, un camionero nos lleva a lomos de su camión anaranjado.
Si bien el señor no hablaba mucho, intercambiamos algunas conversaciones cortas pero agradables, y además, nos compró «corviche» para que probásemos, que es una comida Ecuatoriana que consiste en una especie de amasado con una pasta de verde, rellena de pescado.
Luego, como postre, se detiene en otro pueblo y nos compra una coca cola chica a cada uno y galletitas. 🙂
Con la panza llena, aterrizamos en Jipijapa, este pueblo con un nombre tan simpático, que yo sólo quería conocerlo por decir después «estuve en Jipijapa» saltando como una loca… porque Jipijapa suena a eso, no me digan que no, suena a saltar, a alegría, a festejo, a yupi, a andale andale arriba arriba pegando tiros al aire.
Y ahí estabamos, alargando el pulgar a la espera de un conductor aburrido a quien socorrer, cuando vemos venir un bus de estos que llevan escolares. No le hicimos dedo, suponiendo que estaría cargado de niños y no sería correcto, pero de repente vemos que para unos metros mas adelante nuestro y nos hacen señas para que vayamos.
Al llegar, dos muchachos y una muchacha, los únicos pasajeros del bus, nos ayudan a subir las mochilas mientras nos dicen «adelante, bienvenidos».
Un poco escuchando música, otro poco hablando con ellos, llegamos a Puerto Lopez.
Puerto Lopez es una ciudad que tampoco tiene grandes atractivos, pero viven bastante del turismo, ya que desde allí salen los botes que van a Isla del Plata.
¿Y qué isla es esa?
Isla del Plata es, básicamente, el Galápagos para los pobres.
Mientras que ir a Galápagos cuesta, para un extranjero, alrededor de 400 dólares por persona, sólamente para llegar allí (U$S 300 el avión, y U$S 100-120 la entrada a la sila) para ir a la Isla del Plata no vas a necesitar más de 30 dólares, y la fauna y flora que vas a poder ver es prácticamente la misma.
Claro, según dicen, no es tan impresionante como Galápagos, pero es la opción que tenemos los que nos oponemos a gastar tantísima plata en el mismo lugar… al menos en este tipo de viaje (que yo no digo que nunca vayamos a ir en otro tipo de viaje en el futuro pero ahora… no es una opción).
Estos botes que salen de Puerto Lopez, te llevan hasta la isla, y luego, cerca de ella te dan equipo de snorkel, y si querés, saltás del bote y nadás con las tortugas y ves arrecifes de coral debajo del agua, que al final de cuentas, esa es la gracia del paseito, porque la isla no tiene mucho para ver.
Nosotros al final no hicimos este paseo, pero según nos dijeron, el precio es negociable. Quizás comience en 40 dólares, pero si tenés el skill de elocuencia bastante alto, podés llegar a pagar 20-25 dólares, lo cual es un precio muy conveniente para ver arrecifes y nadar con tortugas gigantes.
MONTAÑITA… Y NUESTRA OPINIÓN IMPOPULAR.
«¡Tenés que conocer Montañita!»
«Montañita es el paraíso mochilero».
«Montañita te va a encantar».
«No te vas a querer ir de Montañita».
«En Montañita vas a hacer montón de plata».
«En Montañita la vas a pasar re bien».
Estos eran los comentarios que escuchábamos de prácticamente cualquier persona que conocíamos.
Nosotros habíamos cambiado de opinión varias veces sobre Montañita; al principio decíamos que íbamos a ir, después decidimos que no, y después nos volvieron a convencer.
El motivo por el que no teníamos muchas ganas de ir, era porque todos los comentarios coincidían en que había mucha fiesta y descontrol, y como nosotros somos prácticamente la antítesis de todo eso, no considerábamos que fuera un lugar para nosotros.
Pero después nos volvían a convencer diciendónos que era un buen lugar para mochileros porque se podía vender de todo allá, y como nosotros teníamos algunos ejemplares de mis libritos fotocopiados, decidimos que sería una buena oportunidad para armarnos de valor y venderlos allá.
Así que sí, fuimos a Montañita con intereses casi puramente comerciales, digamos que un 90% era eso, y un 10% para conocer ese lugar del que tanta gente hablaba.
¿Y saben qué?
Nos arrepentimos de haber ido.
A ver, yo sé que nunca hay que arrepentirse, que todas son experiencias y sirven para aprender y conocer, pero ya me entienden… fue uno de esos lugares a los que no volveríamos.
De hecho, llegamos un día de noche y nos fuimos a la mañana siguiente.
Ahora la pregunta del millón que todos se están haciendo… ¿por qué? ¿Cómo puede gustarle tanto al 90% de la gente y a ustedes no?
No me malinterpreten, Montañita no es un feo lugar. Reconozco que es una salida muy pintoresca salir a recorrer el pueblo en la noche, y me imagino que comer algo rico en uno de los restaurantes debe ser una linda experiencia; entiendo perfectamente por qué le gusta a tanta gente.
Montañita tiene ese aire bohemio, a media luz, con tiendas muy decoradas, luces amarillas en bombillas retro, y banderines de colores.
El lugar donde la música siempre suena, y donde la gente que pasa por al lado tuyo te dice «¡bienvenidos a Montañita!» cuando te ven con la mochila.
Sí, créanme, entiendo ese encanto.
El tema es que simplemente, no es un lugar acorde a nuestras preferencias… ni tampoco a nuestro bolsillo.
Nosotros somos gente que prefieren quedarse charlando alrededor de una fogata o de una cena, con luces bajas, y música bajita de fondo.
No somos ni de salir de fiesta, ni de tomar alcohol, ni fumar nada, ni somos tampoco gente sociable, sino mas bien timidongos… preferimos los grupos chicos, en vez de los grandes. Los lugares con poca gente, en vez de los que estás rodeado. Y en caso de estar rodeados, preferimos gente con nuestros mismos gustos y/o costumbres (por eso somos capaces de disfrutar las convenciones de animé y cómics).
En fin, que somos unos bichitos.
Y Montañita es justo lo contrario.
Montañita es gente de fiesta todo el rato, es alcohol, es olor a marihuana, es extroversión, es música fuerte en cada esquina, es gente bailando por doquier… Montañita es lo que nos habían dicho. Es fiesta, con F mayúscula.
¿Y la parte de vender los libritos?
Bueno, ese era otro tema.
No sólo que no soportábamos estar mucho tiempo allí, sino que además, vimos muchísima más gente vendiendo cosas, que gente dispuesta a comprarlas.
Veíamos muchos artesanos, pero poca gente que sea potencial compradora.
Así que por ese lado, nos pareció que tampoco ibamos a tener mucho éxito.
Nos encontraríamos al otro día con un argentino que nos contaría un poco la situación: parece que este año había sido casi la peor temporada de Montañita. ¿Por qué «casi»?
Porque la parte comercial de Montañita comenzó a bajar hace 3 años, cuando dos chicas argentinas aparecieron violadas y asesinadas en el balneario.
El verano que le siguió a ese acontecimiento fue, definitivamente, el peor; muy pocos turistas, poco moviimiento.
Al siguiente año, mejoró un poco y todos creían que Montañita comenzaba a remontar.
Pero este año, que sería el tercero, volvió a bajar.
Eso hacía que el tema de ver a Montañita como un medio de generar dinero, ya no era tan viable… al menos no esta temporada.
Claro que podíamos haberlo intentado, podíamos haber ofrecido libros por ahí, pero ya todo era como un conjunto de cosas que nos echaban para atrás.
Y después estaban los precios.
Todo en Montañita era más caro que en cualquier otro lado.
Montañita está lleno de gente que viaja con bajo presupuesto, segun nos habían dicho, pero los precios no son acordes a este concepto.
Por ejemplo, nosotros gastamos 8 dólares en comprar un poco de pan y un poco de fiambre, lo cual es un disparate si lo comparás con los precios de cualquier otra parte de Ecuador, donde podes comprar un almuerzo, con dos platos de comida (es decir, comemos los dos), jugo y a veces hasta postre, por 2,5 dólares, y hasta menos.
Es verdad que habían carritos donde vendían hamburguesas por 3 dolares, pero de nuevo, esas hamburguesas (y les diría que hasta más grandes) las venden en cualquier otro lado por U$S 1 o U$S 1,50.
Además, acampar en la playa no era una idea muy viable, ya que el ruido y las fiestas en la arena hacían la situación poco cómoda para dormir allí, por lo tanto, te tocaba pagar por algun hospedaje, donde lo más barato era desembolsar 6 dólares para poner la carpa en un lugar cerrado, pero donde luego descubriríamos, que a los vecinos de las demás carpas les gustaba poner música a un volumen que todo el camping pudiera escucharla, hasta la medianoche.
Si a eso le sumamos que encontré además una huesped inusual en el baño, cartón lleno.
Si tu idea era un hostel, olvidate… 15 dólares la noche era la ganga mas grande.
En fin, ¿qué les puedo decir?
No diría que Montañita no es un lugar recomedable, de hecho, tiene su belleza bohemia que puede resultar muy atractiva para mucha gente, incluso a mi me parece un lugar estéticamente lindo, donde dar un paseo nocturno viendo las decoraciones de las tiendas puede ser muy ameno.
Pero sí diría que si son personas tirando a tranquilas, y que además viajan con un presupuesto acotado, Montañita no es el lugar para ustedes.
En cuanto a las ventas, supongo que es algo variable y depende mucho de la temporada, y de la mercancía que tengas para vender.
Por el momento, no tenemos planes de volver a Montañita en el futuro, pero ya saben, nunca digas nunca.
LA COSTA ECUATORIANA
Huyendo de Montañita, conseguimos que una camioneta se detuviera para llevarnos en la caja.
Muy fresquitos íbamos, cuando se sube un argentino que nos habíamos cruzado antes en la ruta mientras esperábamos, y allá fuimos los tres, admirando las rutas verdes ecuatorianas.
Él se estaba yendo de Montañita porque, después de 3 meses esperando a que la temporada «se disparase» para poder hacer unos dolares, sin éxito, decidió irse a probar suerte a Colombia.
La camioneta nos dejó en Ayampe, donde hicimos dedo al lado de un puesto de sandías, hasta que llegó una camioneta grande, cargada de cientas de sandías, y se puso justo delante nuestro a descargar.
Como no veíamos los autos que venían, nos alejamos un poco mas.
Nos llevó un buen rato, pero finalemente nos levanta un muchacho en su pequeño auto rojo, y nos devuelve a Puerto Lopez.
A la sombra de los árboles, cerca del Parque Machalilla, esperamos, hasta que otra camioneta abierta nos hace señas de que nos subamos a la caja.
Otra vez con los cabellos al viento, y disfrutando del paisaje, mientras los muchachos nos ofrecian una pipa con hierba desde el interior del auto (menos mal que nosotros no fumamos, porque sino, no se como pensaban darnos la pipa, con la ventolera que nos azotaba en la caja de la camioneta).
Decidimos ir con ellos lo más posible, hasta que finalmente nos dejan en un cruce de rutas, ya que ellos seguían por una que nos desviiaba de nuestro camino costero.
Y ahí quedamos, en una ruta sumamente desolada, mientras veíamos alejarse a la camioneta.
Ya estábamos buscando lugar para poner la carpa, y lamentándonos no tener ni un pedazo de pan para comer, cuando a lo lejos vemos venir un auto gris.
Sabiendo que podía ser una de las pocas, sino la unica, oportunidad que se nos aparecía, alargamos el brazo y sonreímos con todos los dientes.
Chirrido, frenazo, invitación a subir.
Una pareja de veteranos, el ecuatoriano y ella estadounidense (Chicago) que habían decidido vivir su retiro en Ecuador despues de 32 años de convivencia en USA, nos llevaron hasta Manta, haciendo una breve parada antes por San Lorenzo para sacar alguna foto y conocer el pueblo.
Charlando en inglés, llegamos hasta la ciudad que nos daría cobijo por unos días.
MANTA
Esta ciudad, que otrora fuera una de las víctimas más afectadas del terremoto del año 2010, tiene bastante para ofrecer al visitante.
El lugar en general es prolijo, y al ser una ciudad relativamente grande, tiene zonas más comerciales que otras, con shopping, cine, y varios restaurantes de todo tipo.
Pero sino, también tenés zonas más tranquilas, mas «barrio» digamos, que fue donde nos quedamos nosotros, y donde además, se consiguen los precios más bajos de la ciudad.
Para ir a pasear, lo más conocido puede que sea la playa del Murciélago, donde además, es un buen lugar para poner la carpa a pasar la noche, ya que un puesto de policia custodia el lugar durante las 24 horas del día.
Aún así, como playas hay otras opciones alrededor que posiblemente resulten más lindas; sin ir más lejos, la playa de San Lorenzo es más linda, si bien, según nos contaron, ninguna le gana en belleza a «Los Frailes», un lugar que nos va a quedar pendiente. Por otra parte, nosotros fuimos a una llamada San Mateo, tomando un bus que en media hora nos dejaba allí.
En nuestro caso, Manta fue un buen lugar para descansar un poco, y dedicarnos a tareas pendientes (como escribir para este blog, por ejemplo).
CRUCITA
Crucita fue la última ciudad de la costa que visitamos, el último pueblo antes de huir del calor costeño.
Es un lugar con factores similares a Montañita, pero en versión más «salvaje», más pequeña, y no tan alocada sino mas bien familiar.
La calle principal es una sola, la que va sobre la costa de la playa, y si bien es más tranquilo que Montañita, se respira un poco ese ambiente de fiesta, pero de manera más local.
No vimos tantos turistas, al contrario, nos pareció que la mayoría de la gente que estában veraneando allá, era gente de Ecuador que iban a pasar sus vacaciones allí.
Y cuando digo que es más salvaje, me refiero a que hay muchas calles de tierra, convertidas en barro por las lluvias, y que la calle principal, estaba también bastante embarrada y al ser tan estrecha pero haber tantos autos, se hacía un poco dificultoso cruzar la calle, o incluso caminar por algunas zonas.
En resumen, es un lugar más «rústico», con menos infraestructura, pero también más tranquilo.
La playa no es fea, y estaba muy llena de gente, sobre todo de familias con niños.
Conseguí hacerme con unas piedritas y caracoles muy extraños en su orilla.
Aún así, el lugar tiene cierta tranquilidad, y los precios son bastante accesibles; se consiguen platos por U$S 1,5, batidos frutales y agua de coco a precios también accesibles.
No es un lugar al que volveríamos, porque no tiene algo que nos haya llamado particularmente la atención, y consideramos que hay balnearios más lindos, acorde a nuestros gustos, pero tampoco podemos decir que no es un lugar interesante para veranear.
En cuanto a nosotros, lo que nos toca ahora es huir del calor costeño… la capital nos espera, con su sierra, su altura, y su clima cambiante.
Que bonito! Esas zetas en los pies no se consiguen así nomás. Besos 😘 suerte 🍀 cuídense
Es verdad!, estas vinieron acompañadas de muchos kilometros y ampollas, un abrazo!