DÍA 1
Un poco antes del mediodía, un auto rojo con una brasilera al volante, un irlandés en el asiento de acompañante, y una pareja de uruguayos acomodados detrás, llegaron al Parque Nacional Lapataia de Ushuaia.
Pagamos una entrada que nos permitía permanecer allí por 3 días.
Nos pareció que la mejor forma de empezar, aprovechando el día, era recorrer la mayor cantidad de senderos posible.
Lo primero que vimos al entrar fue el ferrocarril que recorre el Parque, descansando sobre sus rieles.
Un poco más allá se erguía también el cementerio de ferrocarriles, custodiado por musculosos seres en cuatro patas.
Después de ahí nos fuimos a conocer la bahía “Lapataia” (¿Quién mas piensa en dulce de leche cuando escucha este nombre? levante la mano).
Básicamente, todos los senderos consisten en caminos de madera que nos permiten llegar a orillas de paisajes montañosos, en una mezcla de verdes y grises que maravilla al ojo que lo ve.
Ahora, una cosa es cierta… no hay mucha variedad entre un sendero y otro, al menos los que recorrimos ese día. Vas a ver más o menos el mismo tipo de paisaje en todos y cada uno de ellos.
En la tarde, establecimos campamento. Marina y Jack se quedaron en su auto, y nosotros nos metimos un poco más profundo. Plantamos la carpa, y recorrimos un poco los alrededores de “nuestro territorio”.
El lugar estaba muy bien elegido, la verdad, porque a un lado teníamos una especie de ladera que nos serviría para atajar un poco el viento y que no nos vuele demasiado la carpa, sobre la carpa un arbolito que nos protegía un poco y nos servía de perchero, y al frente teníamos una especie de playa particular, un lago (suponemos) donde podíamos juntar agua para cocinar y tomar (previa pasada por la botella con filtro, por si las moscas…). También teníamos un intento de parrillero.
Llegó la hora del almuerzo, así que estrenamos el hornito casero que nos habíamos llevado, y el juego de ollas en miniatura.
Momento… ¿hornito casero?
Sí si, un complejo sistema de ingeniería compuesto de una lata de atún, cartón arrollado adentro, cera de vela derretida entre los pliegues del cartón, y unos fósforos saliendo del medio a modo de mecha.
¿Y saben cual es la mejor parte? Que funcionó a la perfección, dandonos cerca de 45 minutos de fuego sin pausa.
¡Chupate esa mandarina Mac Gyver!
Lo único malo de la cuestión, es que en la entrada nos habían avisado que había alto riesgo de incendio (por el clima y que se yo) así que durante nuestra estadía no podíamos hacer fuego. Aún así, la comida que teníamos era de esa que sí o si necesitas cocinar (quien se come las papas y el arroz crudo ¿eh? ¿Quién?) así que las opciones eran dos: o nos saltábamos un poquito las reglas, con sumo cuidado de no comenzar un incendio, o nos moríamos de hambre y después los buitres se comían nuestras tripas (¿exagerada yo? Nah). Resulta evidente cual fue la opción que elegimos. Al final de cuenta no estábamos haciendo una fogata tampoco, estábamos usando un hornito en miniatura.
En eso estábamos cuando a lo lejos vemos que llega una moto con 2 tripulantes. Estaban lejos de nosotros pero dentro de nuestro rango de visión. Los vimos bajar y armar sus petates por ahí, y nos olvidamos rápidamente de ellos.
De pronto, con la olla sobre el fuego, aparecen dos señores, uno de ellos de aspecto algo musculoso y el otro grandote, con pelo por toda la cara. El musculoso nos dice algo así como “soy el guardabosques, ¿no les dijeron que no se puede hacer fuego?” y yo me quedé durita. Wa, que estaba mas cerca, se arrimó a hablar, y en eso escucho risas. No entendía nada.
Cuando me arrimo me entero que eran nuestros vecinos de la moto,que venían a saludar y decirnos que cualquier cosa que necesitemos ellos iban a estar allí (donde los habíamos visto armar campamento). Cruzamos algunas palabras más, y luego se fueron a su lugar.
Macanudos los moteros estos.
Cuando el sol ya se estaba yendo a dormir y empezaba a no verse un corno caer una noche oscura sobre el bosque, aparecen Jack y Marina, trayendo un colchón inflable desinflado (que además, estaba roto así que era como una alfombra), un termo con té, una botella de Whisky irlandés y dos alfajores.
Estiramos el colchón desinflado, y pusimos en el medio un farolito que teníamos (que apenas aportaba algo de luz), y acomodándonos alrededor, comenzamos a contar historias en inglés de nuestros viajes y de las costumbres de nuestros países.
Si bien el whisky solo no me gusta, formaba parte del ritual mágico de la noche probar un poquito, así que no pude negarme. Eso sí, tomé mis 3 centímetros cúbicos a pelo (sin hielo) cerrando la nariz, pero aguantando la cara de asco.
El tiempo transcurrió entre risas y anécdotas en inglés, convirtiendo el momento en uno de los mejores del viaje.
De pronto, una luz a lo lejos nos enfoca, como esos haz de luz que iluminan al criminal contra el muro en los dibujitos animados, pero más chiquito.
Nos iluminó un par de segundos y se desvaneció.
–¿What was that?
–¡UFO!
–¡My God! ¡An UFO!
No. Una lástima, pero no.
Era el guardabosques que estaba haciendo una recorrida de vigilancia o algo por el estilo. El caso es que a nuestros amigos les dio un poco de miedo, suponemos, porque se despidieron enseguida y llevándose sus cosas volvieron a su auto.
Era ya cerca de medianoche, así que nosotros nos metimos en la carpa para intentar conciliar el sueño, pasando previamente por el baño (entiéndase por baño a hacer las necesidades en el pasto, contra la laderita).
DÍA 2 EN EL PARQUE NACIONAL
Nuestro segundo día lo comenzamos persiguiendo pajarracos.
Amanecimos avistando lo que identifiqué (no sé si acertadamente) como alguna especie de Martín Pescador. Lamentablemente, no tuvimos la suerte de verlo pescar.
Despues, queríamos ver y sacarle fotos a unas aves, parecidas a patos, que según nos contaron, siempre andan en parejas. No recuerdo ahora su nombre.
El macho es gris y blanco, mientras que la hembra es gris y marrón.
Después, encontramos a un Carancho, ave que se parece un poco a un águila, pero más chico.
Lo observamos desde las sombras, hasta que lo vimos acercarse a nuestro campamento. Lo seguíamos de cerca, y vimos como sin hacernos caso, se puso a buscar comida por todo nuestro territorio, en la parrilla, alrededor de la carpa, cero estrés el tipo, mientras lo mirábamos riéndonos de su indeferencia. Al final, levantó vuelo y nos abandonó.
Después, ya con Marina y Jack, fuimos a una castorera donde además de ver las impresionantes represas de estos arquitectos peludos, nos encontramos también con un dragón sacando la cabeza afuera del agua. Menos mal que como soy Dovahkiin le dije en nuestra lengua que no nos hiciera nada, y pasamos olímpicos al lado de el.
¿Cómo que no me creen? ¿Necesitan pruebas? Nou problemo, acá tenemos una foto donde prueba su existencia. Y en full HD eh, tremenda foto, nada como esas fotos borrosas de Nessy o pisadas dudosas del Yeti, no no, acá somos pro.
Atravesamos paisajes muy inverosímiles, similares a los bosques de terror que se ven en los dibujitos animados, con castoreras cada tanto.
Después recorrimos una costa hermosa, donde presenciamos el baile y canto de unas aves que no disntinguimos, juntamos mejillones, y nos trepamos a una antena.
Cuando cayó la tarde, nos mudamos de lugar. Esta vez fue más difícil, porque tuvimos que acomodarnos en un piso lleno de bosta de caballo y pinchos de una planta que se ve que largaba esos cuchillitos como defensa contra seres invasores como nosotros.
Seguíamos teniendo cerca un lago, pero esta vez había que caminar un poco más para llegar al agua.
La cena de ese día fue guiso de lentejas.
DIA 3 EN EL PARQUE NACIONAL DE USHUAIA
Durante la noche se puso a llover, y esto desencadenó lo que fue probablemente el amanecer más terrorífico de mi vida, hasta ahora.
Cuando en un momento me despierto, sobre las 6 o 7 de la mañana, veo a trasluz sobre la carpa, muchísimos hilitos que se movían lentamente.
Abro los ojos como platos.
La carpa estaba infestada de lombrices, muy campantes ellas, deslizándose cuan largas eran por todas las superficies de la carpa, afortunadamente, del lado de afuera.
Aún así, para mi era como estar en una pesadilla… me pellizcaba a ver si todavía no me había despertado, pero no, ese era el mundo real.
Pasaban lombrices a menos de 1 centímetro de mi cabeza, donde sólo nos separaba una fina capa de nylon/tela , y obviamente yo ya no podía volver a conciliar el sueño, pese a los intentos de Wa acurrucándome adentro del sobre (porque obviamente que lo tuve que despertar y mostrarle el CAOS).
Me picaba todo, sentía lombrices en todos lados.
Al final, se vé que me mentalicé que no podían entrar, y que si cerraba los ojos y no las veía era como que no existieran, así que me dormí un ratito más.
Más tarde ese día, recorrimos unos senderos que subían las montañas.
Si los paisajes eran hermosos desde abajo, imagínense cómo serían desde arriba.
Nah, no se lo imaginen solamente, se los podemos mostrar.
También encontramos el árbol sagrado.
Bueno… no era precisamente eso, pero Wa y yo lo asociamos al árbol donde InuYasha y Kagome se comunicaban en la película… momento friki, dejenme ser.
Más tarde, bajando las montañas, nos separamos un momento y Wa y yo encontramos un sendero que desembocaba en un pequeña catarata. De camino a ella, vimos a un muchacho sólo, tocando la guitarra tirado en el pasto. No sé por qué pero esa imagen me quedó grabada, era como si el muchacho pegara perfectamente con el ambiente, como si ese sonido melodioso acompañara el cantar de los pájaros… todo muy idílico.
Después seguimos por senderos hasta encontrar las vías del ferrocarril, y sobre la tardecita nos despedíamos del Parque Nacional, rumbo nuevamente a la casa de nuestros host en Ushuaia.
Nosotros no nos íbamos a quedar más allí, ya que habíamos arreglado para 2-3 días, pero la realidad es que no teníamos arreglado ningún otro lugar para quedarnos, y tampoco teníamos idea de cómo irnos, ya que era ya demasiado tarde para salir de Ushuaia y hacer dedo (nos llevaría horas de caminata salir de ahí, y ya era prácticamente de noche).
Como lamentablemente nos urgía, ahora sí, llegar relativamente rápido por una llamada que días antes habíamos recibido de Uruguay y que nos instaba a llegar cuanto antes, fuimos a la estación de buses a ver si alguno podía llevarnos al pueblo anterior, para emprender la retirada.
Conseguimos uno, pero para las 05:00.
Sin saber bien cómo o dónde ibamos a pasar la noche, y resignándonos ya a acampar en la terminal de ómnibus, volvimos a la casa de nuestros host, a buscar las mochilas.
Cuando llegamos, nos encontramos con la señora de la casa, y le contamos lo que nos pasó, que conseguimos transporte pero para la madrugada, pero que no pasaba nada, nos podíamos quedar en la terminal.
Aún así, ella nos dijo que esperásemos. Subió al segundo piso, y a los pocos minutos, volvió y nos dijo que nos quedásemos allí, para poder al menos descansar un poco. Lo único que nos pidió fue que cuando salgamos, lo hicieramos en silencio para nos despertarlo.
Le agradecimos por dejarnos quedarnos una noche más de la pactada, y acto seguido nos fuimos a bañar, aprontar las mochilas. Hasta las 04:00 a.m., teníamos asegurada una noche más de sueño cómodo, que no podíamos desaprovechar.
La madrugada de Ushuaia, fue la última vista que tuvimos de esta maravillosa ciudad.
Ahora solo nos quedaba volver a Uruguay, deseando que éste camino de vuelta, nos dejara mas anécdotas que contar y experiencias.
tumma ! yo quiero aprender dragonés ! =p
ja, podes empezar con los Thu’um de Skyrim