Un año y 8 meses.
Ese fue el tiempo que pasó entre Noviembre de 2020 y Julio de 2022.
El tiempo que pasó desde que volvimos de recorrer las Américas.
El tiempo que pasamos en Uruguay, luego de ese pedacito de viaje.
El tiempo que nos llenamos de abrazos de nuestros seres queridos.
El tiempo que recargamos las energías.
El tiempo que volvimos a ahorrar algo de dinero.
El tiempo que esperamos que el mundo bajara un poco la guardia con respecto a la pandemia.
No fue ni por asomo el tiempo que pensábamos estar en nuestro país luego de esta primer parte del viaje.
Y tampoco fue el tiempo que re-calculamos, cuando nos dimos cuenta que tendríamos que esperar un poco más que los 4 o 6 meses que pensábamos estar en casa de nuevo.
Si al final va a ser cierto que todo es relativo y que el tiempo sigue siendo un misterio difícil de explicar.
Dejame contarte como de impredecible es lo predecible.
EL RETORNO AL VIAJE FALLIDO
Siento que esto es algo que contamos mil veces, y aún así, creo que nunca lo mencionamos acá. Debe ser que lo tengo tan “auto-inculcado” que, personalmente, tengo la sensación de estarlo repitiendo una y otra vez.
Cuando todo este viaje nació y sólo era una idea, allá por el 2016, teníamos claro que queríamos planificarlo muy a grandes rasgos dejando muchísimo espacio para los imprevistos, los cambios, lo inesperado, lo que la ruta y los caminos deparen.
Siguiendo esta idea, planeamos el viaje básicamente en continentes, y una vez en cada país tendríamos algunos sitios en particular a los cuales no queríamos dejar de ir, o alguna ruta que ansiábamos recorrer. Más allá de eso, todo era un misterio, y así queríamos que continuara siéndolo.
Queríamos ir viendo qué camino tomar en el momento, dejarnos guiar por los consejos de las personas, desviarnos de donde sea que estuviésemos si alguna situación lo ameritaba.
Es decir, hay planificación, claro que la hay, pero a grandes rasgos.
Parte de ella va surgiendo en el momento.
De esa manera, en 2016 armamos nuestro itinerario, basado casi exclusivamente en continentes: primero este continente, luego este otro, luego este, y así.
Cuando el viaje se fue aproximando, especificamos un poquito más: en este país no podemos dejar de ver esto, esta ruta parece linda, esta cultura es interesante de conocer, etc.
En esta idea de planificar a grandes rasgos, mientras viajábamos y nos acercábamos al fin de esta primera etapa que fue el viaje por las Américas, calculábamos que cuando volviésemos a Uruguay estaríamos unos 4 meses en el país, máximo 6, para pasar tiempo con nuestros seres queridos, recargar energías, y quizás juntar algo más de dinero, ya que el continente que nos esperaba luego requería cruzar un océano así que volver no iba a ser tan sencillo.
Sí, habíamos dejado un margen de 2 meses considerando posibles variables, pero una pandemia a nivel mundial definitivamente no era una de ellas, por lo que nuestras estimaciones fueron bastante distintas a la realidad.
Se podía seguir viajando (aunque no a todos lados) pero los requisitos para traspasar fronteras eran más estrictos, y conllevaban más gastos económicos.
Pagar un test PCR para atravesar una frontera no es demasiada diferencia cuando sólo vas a visitar uno o dos países, pero si el plan es recorrer 10, la cosa ya cambia; el presupuesto se va a los cielos y las posibles tensiones fronterizas se multiplican, generando un estrés con el que no queremos cargar.
Esto sin contar las cuarentenas obligatorias que habían en algunos países, las cuales además de más dinero, consumían tiempo de viaje. Digamos que aunque el tiempo sea lo que nos sobra porque viajamos sin fechas límite, tampoco nos hacía mucha gracia estar 14 días encerrados en un cuarto de hotel, por una decisión que no fue propia.
Viajar era todavía posible en la mayoría de sitios, pero mucho mas acotado, con mas restricciones, y requería mayores gastos económicos, por lo que nos pareció que ya estando en nuestro país natal, lo mejor que podíamos hacer era esperar un poco más.
LA PERCEPCIÓN CAMBIADA DEL TIEMPO
Durante todo ese tiempo nos centramos en disfrutar al máximo de nuestros seres queridos y ayudar en todo lo que nos fuera posible, así como de ahorrar algo más de dinero para cuando volviésemos a viajar.
Cierto es que luego de terminar de publicar los post de EE.UU., los últimos de esta primer etapa, descuidamos un poco el blog y todo lo que gira en torno a él.
La pausa del viaje fue también una pausa con todo lo que lo circundaba, y aunque éste volvía en cada reunión, en cada tema de conversación, en cada recuerdo, también era una pausa necesaria.
Tanto el cuerpo como la mente nos pedían parar por un tiempo. Y parar en casa.
Así llegamos a un tema que a nivel personal, cambió mucho en mi percepción durante los últimos años: el tiempo.
Después de haber viajado me ocurre algo que nunca me había sucedido antes: ya no siento que el tiempo vuela.
En realidad, es algo que ya sentía mientras estábamos viajando y también me llamó la atención en su momento, porque al contrario de lo que todos repetimos siempre “el tiempo vuela cuando te divertís”, durante el viaje sentía que me divertía y a la vez no sentía que el tiempo pasara volando (lo cual en algún momento me hizo cuestionarme si realmente me estaba divirtiendo… estaba viendo el cubo desde la cara equivocada).
A nivel personal, el año y 8 meses que pasamos en Uruguay lo sentí como eso, como un año y ocho meses. No sentí que pasó lento ni rápido. Sentí que disfruté cada minuto, y que cada minuto duró lo que debía durar.
Eso no significa que no hubiese querido que algunos momentos durasen más, pero no tuve esa sensación tan típica que nos lleva a decir “¿ya es diciembre de nuevo? ¿Ya viene Navidad otra vez?”.
De alguna manera y sin darme cuenta, el viaje me enseñó a disfrutar cada momento, y absorber cada instante como lo que es, un instante que dura exactamente eso. Lavarte los dientes lleva el tiempo que te lleva lavarte los dientes. Estar 9 horas trabajando frente a la computadora se sienten como eso, con los correspondientes dolores de espalda y vista cansada. Y una cena en familia dura la cantidad de carcajadas exacta.
A veces me gustaría que algo durase más tiempo, es cierto, pero ya no siento que algo duró menos tiempo del que realmente fue.
Desconozco el extraño poder que obró en mi para hacerme perder esta sensación tan arraigada en la sociedad actual, pero estoy casi segura que es un estado mental desbloqueado… al final de cuenta estamos hablando de percepciones en algo tan intangible y difícil de explicar/entender como lo es el tiempo, por lo que considero que tendría sentido que el trasfondo fuese algo también inmaterial y difícil de entender, como lo son los entretejidos de la mente.
De lo que estoy segura es que quiero disfrutarlo mientras dure.
EL VIAJE QUE NO FUE
Cuando las restricciones del mundo comenzaron a flexibilizarse, las correas se aflojaron y viajar ya no parecía algo tan protocolar, fue cuando comenzamos a redondear la siguiente etapa del viaje.
Esta vez, comenzaríamos suavemente, cumpliendo una promesa, visitando lugares nuevos, y conociendo lugares viejos de maneras diferentes, para luego dar paso a la siguiente etapa, ahora sí, mas duradera en el tiempo.
Reservamos billetes de avión y de barco, y compramos seguros de viaje (esto último porque algunos protocolos post-pandemia todavía eran obligatorios).
La idea era visitar de sorpresa a un amigo en Jujuy, al cual le prometimos volver, pasar unos días con él, y luego volver a Uruguay pero dando una comba por Paraguay, país el cual no visitamos en nuestro viaje por las Américas, por cuestiones meramente geográficas.
Queríamos hacer dedo por Paraguay, y entrar nuevamente a Uruguay por el Norte, donde alternaríamos entre hacer dedo y tomar el único tren de pasajeros que sigue funcionando en el país, hasta llegar a Montevideo.
Luego estaríamos aproximadamente un mes más en Uruguay, puliendo todo lo que sea necesario, y volveríamos a salir, esta vez sí, cruzando un océano en un viaje más grande y extendido en el tiempo.
Ese era el mini-viaje que queríamos hacer antes de continuar viajando a tierras lejanas.
Era.
EL BICHITO
Tres días antes de partir, empecé a sentir una molestia en la garganta, y esa noche hice un poco de fiebre.
Pensé que podía haber agarrado frío, y que pasaría pronto, ya que no me sentía tan mal, pero al otro día la fiebre estaba más alta, y yo moqueaba un poco. Será un ataque de alergia medio fuerte, pensé mientras aprontaba la mochila.
El día anterior a viajar decidí que lo mejor era hacerme un test de covid, porque si me tomaban la temperatura en la frontera y todavía tenía fiebre, al menos podía demostrar que no tenía covid, que era simplemente un resfriado o una alergia fuerte.
La idea hubiera sido buena… si el test hubiera dado negativo, claro.
Con el rotundo “positivo en SARS-Covid 19” impreso en un papel, y un mar de lágrimas de culpabilidad incontenible, pasé más de una semana adentro de mi cuarto, con la puerta tapiada de cinta amarilla de esa que ponen en las escenas del crimen con la inscripción “no pasar” (y no, esto no es una metáfora).
Me pasé los primeros días de confinamiento luchando a través de correos electrónicos y llamadas telefónicas para recibir los reembolsos de las cosas que efectivamente podían reembolsarse y cambiando fechas. Olvidate de eso de descansar para sanar, había que actuar rápido si quería recuperar algo de lo que habíamos gastado.
Puedo asegurar sin temor a equivocarme, que para mi fue mucho más difícil superar la culpa que los síntomas del covid. Por mi culpa el viaje se había cancelado, y lo que era peor, no habría próxima vez.
No estábamos postergando el mini-viaje, sino que lo estábamos cancelando.
Wa no quería volver a tirar todo un mes y medio hacia adelante, y yo con la culpa a cuestas no pude hacer nada más que estar de acuerdo. El próximo viaje sería directamente al otro lado del océano. Ni sorpresas en Jujuy, ni recorrida por Paraguay ni por el norte de Uruguay.
Con los días, un plan alternativo comenzó a surgir, y finalmente llegamos a un punto medio: procederíamos con la sorpresa a nuestro amigo en Jujuy, y luego de allí continuaríamos con el “viaje grande”. No visitaríamos ni Paraguay ni el norte uruguayo, pero al menos cumpliríamos nuestra promesa y veríamos a un buen amigo.
Nuevamente y aun en cuarentena, reservé pasajes, y el viaje tomó forma (y fecha) una vez más.
EL VIAJE QUE SÍ FUE
El 20 de Julio de 2022, partímos nuevamente con nuestras mochilas y con la bolsa de Papa Noel, o lo que es lo mismo, bolsos (y muchos kgs) extra que se constituían básicamente en regalos.
El viaje esta vez sería raro, diferente a nuestro viaje anterior. Teníamos una especie de itinerario, demasiado organizado para nuestro gusto, aunque con un toque de incertidumbre.
Esta vez, comenzaría con varios “mini-viajecitos” en los cuales nuestro objetivo principal era visitar personas queridas que conocimos en nuestro viaje por las Américas, y además, tendríamos un reencuentro lejano con familia a la que no veíamos desde hacía más de 4 años.
De ahí que habíamos necesitado equipaje extra, y que mi mochila parecía la bolsa de Papa Noel, donde al abrirla habían varios paquetes identificados por nombres con tesoros tales como tarros de dulce de leche, mates, yerba mate, bombillas, etc.
Pero había otra cosa todavía más perturbadora, si cabe, que el exceso de peso: el transporte.
Esta vez no haríamos dedo para llegar a nuestros destinos, sino que volaríamos, y mucho.
Se iba a sentir muy raro moverse de un lado a otro volando tantas veces en un lapso corto de tiempo, en vez de hacerlo en mil vehículos terrestres diferentes, pero la verdad es que como estaríamos en lugares ya conocidos previamente en el viaje anterior, y siendo que esta vez nuestra prioridad era volver a visitar amigos, no tanto conocer un lugar o una cultura en particular, preferimos recorrer estas distancias rápidamente para dar comienzo al viaje como uno lo conoce, a dedo y conociendo su cultura y su gente, al otro lado del océano, y varios meses después.
Este viaje trae consigo un comienzo muy distinto al anterior, y no solamente por los medios de transporte diferentes a “cualquier vehículo que nos recoja en la ruta”, sino también por la gran carga sentimental que trae consigo (muchos reencuentros en poco tiempo) y por un comienzo más lento que al que estamos acostumbrados, ya que una vez llegados a España, la idea era quedarnos unos meses haciendo base en un mismo lugar, antes de continuar por allá, al otro lado del océano.
Podríamos decir que esta etapa del viaje comienza precisamente como terminó la anterior; implica vivir un poco la experiencia del cotidiano en otro lugar tan lejano, como nos sucedió (aunque de forma repentina) en México y en EE.UU.
Fue así como nuestro pequeño itinerario consistía básicamente en visitar a nuestro amigo en Jujuy, luego volver unos días a Buenos Aires donde visitaríamos familia, desde donde saldríamos en un vuelo a Miami. Una vez allí visitaríamos a una amiga, y enviaríamos un paquete con regalos a otro amigo, y luego de allí volaríamos a España, lugar donde también nos reencontraríamos con familia y haríamos base por un tiempo, antes de continuar rodando.
Pero ¿cómo hacemos para volar tanto? ¿No es eso demasiado caro? ¿No excede el presupuesto mochilero?
Sí y no.
Dejame que te cuente qué significa volar en stand-by.
MOCHILEROS VOLADORES DE BAJO COSTO
Es cierto, viajar con un presupuesto mochilero implica volar nada o muy poco, o volar en aerolíneas de bajo costo (las cuales no están en todos lados).
Pero un vuelo de Argentina a Miami no es bajo costo, y de Miami a Europa tampoco… ¿entonces cómo pudimos permitirnos esto?
La respuesta podría ser muy sencilla.; podríamos decir que simplemente ahorramos dinero extra mientras estábamos en Uruguay, y que la idea era cubrir esos vuelos, quedando estos “por fuera” del presupuesto mochilero, y sería cierto.
Pero además, en esta oportunidad, hubo otro factor decisivo que nos llevó a tomar la decisión de volar de Argentina a Miami y luego de Miami a España, y no directamente Uruguay-España o Argentina-España.
No es un truco de magia, pero requiere un poco de “suerte” y por sobre todo, mucho pero mucho amor.
Mientras viajábamos por las Américas, conocimos a una chica con la que conectamos enseguida, una de esas personas con las que desde el primer momento sentís que la conocés de toda la vida. Cuando la conocimos, ella trabajaba como asistente de vuelo (azafata) en una aerolínea bastante importante.
Un buen día, mientras estábamos en Uruguay, recibimos un mensaje de voz de nuestra amiga, ofreciéndonos algo decisivo a la hora de planificar nuestro próximo viaje.
Ella nos comentaba que, dado que nos llevamos tan bien y que le gusta tanto este viaje que estamos haciendo, le gustaría incluirnos en su lista de amigos con beneficios de vuelo.
Si te estás preguntando “¿y eso qué es?” entonces estás en nuestra misma situación cuando ella nos contó eso, así que quédate un poquito más que te sigo contando.
Volar con beneficios de vuelo
Algunas aerolíneas tienen un beneficio para sus trabajadores que consiste en permitirles tener un círculo limitado de amigos y familia para que disfruten de beneficios de vuelo.
Las personas que integran este círculo tienen la posibilidad de volar a través de esta aerolínea, a precios mucho más económicos que los precios normales. Básicamente lo que estas personas pagan son los impuestos, no el pasaje como tal (es decir, no generan ingresos a la aerolínea, solo pagan los costes).
Pero además del costo, hay otras diferencias entre volar de manera convencional, y volar con beneficios de vuelo.
Las personas que viajan bajo estos beneficios, si bien deben tener reservado una fecha y un vuelo en específico (tarea de la cual se encarga el trabajador de la aerolínea que los incluyó en su círculo) no tienen un lugar reservado como tal en el avión.
Es por esto que llegado el momento de abordar, la incertidumbre salta en escena: si el avión para el cual la persona reservó pasaje tiene asientos libres, es decir asientos que no fueron vendidos o que las personas que los reservaron no asistieron, entonces la persona con beneficios de vuelo puede subir.
Pero si el avión va lleno, entonces debe esperar al próximo vuelo, ya sea dentro de unas horas, al día siguiente o bueno, el próximo avión con espacios libres que vaya a ese destino.
Otra opción es subirse a un avión con otro destino, si el personal del aeropuerto te lo permite.
Eso significa que todo se decide sobre la hora (¿entendés ahora la parte de la incertidumbre?).
A esto se le llama volar en “stand by”.
Pero además, las personas que vuelan en “stand by” figuran en una lista de espera, la cual se va confeccionando a medida que las personas con beneficios de vuelo van llegando al aeropuerto. Es decir, que no importa cuándo reservaste tu vuelo, si llegás al aeropuerto y ya hay allí 10 personas que viajan en stand by en el mismo vuelo que vos, y ya se anunciaron en el mostrador de la aerolínea, entonces ellas están antes que vos en la lista de stand by (incluso si reservaron el viaje ayer y vos lo reservaste dos semanas atrás).
Eso significa que si cuando el avión esté próximo a despegar, quedan 10 lugares libres, y vos quedaste en el número 11 de la lista, ya no te vas a poder subir a ese vuelo, pero si hubieras llegado antes, a lo mejor quedabas antes en la lista de espera de stand by, y entonces si hubieras podido subir.
Por tanto, si volás en stand by, te conviene llegar lo antes que puedas al aeropuerto, para asegurarte un lugar alto en la lista de stand by, y de esa manera, asegurar un poquito más tu vuelo (aunque claro, nunca es seguro porque va a depender de cuántos asientos libres queden, si es que quedan, llegada la hora de abordar).
Otra cosa a tomar en cuenta es que, al contrario de la compra de pasajes de forma normal, cuando volás en stand by no es conveniente reservar vuelos con mucha anticipación, sino que conviene hacerlo una o dos semanas antes de la fecha deseada a volar para saber de forma un poco más certera si ese vuelo tendrá asientos disponibles o no.
Esto es porque como volar en stand by significa agarrar los asientos que hayan quedado libres (sin vender) mientras más se acerca la fecha del vuelo, más van a ser los asientos vendidos, entonces vas a poder saber con más certeza si ese vuelo tendrá muchos asientos libres o no, y por ende, si te podrás subir o no, y eso puede ser decisivo a la hora de reservar (aunque de todas formas, la palabra final la tiene la aerolínea justo antes de subir al avión).
Acordate que cuando “reservás” tu pasaje no estás reservando asientos en realidad, entonces los pasajes que comprás como stand by no te aseguran un lugar en el vuelo, es algo más bien simbólico, un aviso de que ese día hay alguien que vuela en stand by (si quedan lugares, claro).
Dicho de otra manera, si yo reservo mi boleto de stand by 3 meses antes de volar, probablemente queden muchos asientos libres, pero si busco el vuelo 1 semana antes de salir, si aun quedan muchos asientos libres hay grandes chances de que me pueda subir a ese vuelo pero si ya no quedan asientos libres, la reserva que hice 3 meses atrás no tuvo mucho sentido.
Otra cosa curiosa a tomar en cuenta en los vuelos de stand by, es que te puede tocar volar en cualquier categoría, es decir, te puede pasar que te toque volar en clase económica, o en clase bussiness, todo va a depender de qué asientos queden libres llegado el momento de volar.
Cuando hacés la reserva del pasaje, podés poner tu preferencia, entonces si quedan asientos libres en todas las categorías y vos pusiste que tenés preferencia por categoría bussiness, entonces van a intentar asignarte esa categoría (siempre y cuando queden asientos libres para esa categoría al momento de abordar).
Eso sí, la categoría determina el costo del boleto.
¿Pero cómo? ¿No se supone que yo pagué antes el boleto? ¿Cómo me van a cambiar el costo en el momento de abordar?
A ver como explico esta parte.
Como te decía, la persona que hace la reserva del vuelo es la persona que trabaja en la aerolínea, es decir, la persona que te incluyó en su círculo de beneficios.
Al momento de hacer la reserva, la persona puede preguntarte si preferís volar en clase económica o en bussiness, e incluir tu preferencia en la solicitud.
El costo de ese pasaje se debita del próximo sueldo de esa persona que trabaja en la aerolínea, así que queda en nuestra buena fé enviarle luego el dinero del vuelo por transferencia bancaria o como sea. Por eso que alguien te incluya en su circulo de beneficiarios es un acto de puro amor, confianza y fé. Si alguna vez te pasa, valorá mucho a esa persona porque realmente tiene toda su confianza puesta en vos.
Entonces, la aerolínea registra el costo cuando la persona se sube al avión y lo debita del sueldo del trabajador de la aerolínea al mes siguiente.
Esto es porque a veces, hasta que llega el momento de subir al avión, no se sabe en qué clase nos vamos a subir, y cómo el costo varía dependiendo que nos subamos en clase económica o clase bussiness. Eso significa que por más que en el pasaje que reservó tu amigo, el que te dio el beneficio de vuelo, figure un precio X acorde a la categoría que elegiste, la verdad es que no se puede saber con certeza el costo al momento de reservar el pasaje, sino únicamente al momento del abordaje (o después) y ese costo se lo debitarán del sueldo del próximo mes, así que tenés tiempo suficiente de darle el dinero que corresponda.
De todas formas, las diferencias de precio entre categorías es muy pequeña, mucho menos que si compramos pasajes de forma “normal”, por lo que si volás en standy by y quedan lugares libres en la clase bussiness, a lo mejor es una buena oportunidad para aprovechar a vivir la experiencia, por una pequeña diferencia económica.
Igual nosotros somos unos ratas y hasta ahora siempre elegimos priorizar la clase económica (pero no descartamos darnos el gustito en el futuro).
Ojo, si cuando nos vamos a subir al avión solo queda libre asiento en una categoría distinta a la que nosotros queremos, siempre podemos decírselo al personal del aeropuerto y esperar el próximo vuelo si así lo preferimos, a ver si en ese quedan asientos en la categoría que nosotros queremos.
Entonces, en resumen, volar en stand by tiene el gran beneficio del costo, mucho más económico que el de un pasaje normal, pero tiene mucha incertidumbre, y requiere también una confianza muy grande entre la persona que te brinda el beneficio y vos.
Para nosotros la experiencia de poder disfrutar de estos beneficios de vuelo fue muy buena, por una parte porque la incertidumbre de no saber si volamos el día o incluso al lugar que teníamos pensado, no nos molesta (si bien a veces puede acarrear tediosas esperas en aeropuertos, al final todo lo vale) y por otro lado porque volar de esta manera nos permitió volver a Miami para reunirnos con una amiga y llevar regalos a otro amigo, ambos conocidos en el viaje, ya que de otra manera hubiera sido muy caro hacer ese pequeño “desvío”.
Y FINALMENTE, VOLVIMOS A PARTIR
Finalmente, luego de una espera prolongada (pero disfrutada) en Uruguay, luego de descubrir la continuidad en la nueva percepción del tiempo adquirida, luego de planificar y des-planificar un viaje, luego de atravesar el covid, y luego de re-planificar la segunda etapa de este viaje con mini-viajes en su interior, el 21 de Julio de 2022 partimos nuevamente, entre lágrimas agridulces que en ese momento son más agrias que dulces, pero con la promesa implícita de que se dulcificarán en el tiempo y que se reunirán luego, una vez más, en un charco edulcorado que significa siempre el retorno.
El comienzo de esta etapa implica no solo lugares nuevos, sino también experiencias nuevas y reencuentros tanto con amigos como familia que no veíamos desde hacía años.
Implica aceptar que este es un comienzo diferente, que no empieza apretando el acelerador a fondo sino todo lo contrario; este viaje es una alfombra desenrrollándose poco a poco, preparando el suelo sobre el cual continuaremos caminando construyendo siempre este viaje interminable.
Tenes algo de Doctor Strange, como un super poder respecto a la percepción del tiempo.