Y finalmente, acá estamos.
Si nos preguntás el por qué, es porque todavía no sabés dónde nacimos.
Si nos preguntás cuándo, lo supimos varios años atrás, desde que leímos un artículo en internet y corroboramos su existencia en un mapa.
Y si nos preguntás cómo… esa respuesta llegó después, y aunque mutó con los años (y con los virus, ejem…), el objetivo se mantuvo.
Si nos preguntás cómo no te enteraste VOS de que este lugar existía, no te preocupes, no estás sólo.
Y si nos preguntás “¿qué onda ese lugar?” entonces llegaste al sitio correcto.
Vení, pasá, sentate que te voy a contar sobre Montevideo… esa pequeña ciudad en el estado de Minnesota, Estados Unidos.
INTRODUCCIÓN (o también conocida como “¿cómo carancho caímos acá?”)
El 22 de Agosto de 2020 y en medio de una pandemia pisamos suelo estadounidense, el país que más daba de qué hablar en ese momento por las cifras que mostraban sobre contagios y muertes por COVID-19.
La decisión no fue sencilla, podría sentirse éticamente incorrecta, y no fue fácil tomarla, sobre todo después de esperar en México por 5 meses una apertura de frontera terrestre que nunca sucedió. Las dudas, el cansancio de estar esperando, junto con problemas que surgieron en esos tiempos, hizo que la mejor forma de tomar la decisión fuese en un impulso.
Un día comenzamos a mover los hilos y en pocas noches ya teníamos todo listo: un lugar donde quedarnos, un vuelo de avión comprado, una fecha marcada en rojo en el calendario.
Teníamos algunos lugares que no nos queríamos perder en E.E.U.U. Lugares que, dicho sea de paso, pensábamos visitarlos todos (y más) hace apenas unos meses atrás, cuando viajar no implicaba un riesgo mortal para quienes nos rodeaban.
Pero ahora la cosa era diferente, todo había cambiado… nuestro plan de atravesar el país del águila a dedo se volvía no sólo difícil, sino improbable, poco ético, insalubre, desconsiderado.
Al miedo que una persona puede sentir al levantar a un desconocido en la ruta, se le sumaba el miedo que ésta pudiera tener de ser contagiado por un virus del cual dicen, no hay cura asegurada.
Como cereza del postre, únicamente cuando rellenamos el formulario de entrada al país (ESTA), nos enteramos que podíamos permanecer apenas 3 meses en él y no 6 como creíamos. Además, esos 3 meses seguían contando en Canadá, si decidíamos atravesarla para llegar a Alaska (y por supuesto, también contaban para Alaska). Es decir… recorrer casi toda América del Norte a dedo en 3 meses era una odisea Homérica (pero sin la parte emocionante, porque imagínate el poquito tiempo que tendríamos para disfrutar de cada lugar y cada persona conocida). Sumale a eso un virus que limita aún más las ya famosas pocas posibilidades de ser llevados a dedo en este país, y lo poco responsable que podía resultar eso.
Además… ¿nos dejarían acampar en ruta o en jardines durante esta contingencia? ¿Estarían los parques nacionales abiertos?
Dudas que en otros momentos no plantearíamos como posibles dificultades sino como algo positivo (como la aventura hacia lo desconocido), ahora se volvían decisivas.
Ok, quizás atravesar E.E.U.U. a dedo ya no era la mejor opción, pero entonces teníamos que encontrar la forma de llegar al menos a uno de los lugares que más queríamos ir… ¿cuál era el lugar más importante en este país para nosotros? ¿Dónde seríamos capaces de permanecer por bastante tiempo, sin representar una amenaza para nadie y sintiéndonos felices con la decisión tomada? ¿Qué lugar no queríamos dejar de visitar?
No tuvimos que pensarlo, ya sabíamos la respuesta.
Utilizando los recursos del siglo XXI que los viajeros tenemos, contactamos a una persona que vivía en Montevideo (Minnesota) pero que hacía meses no estaba activa, por lo cual las chances de respuesta eran muy escasas.
Quizás no fue el método más marketinero, pero pusimos todas las cartas sobre la mesa: en ese mensaje explicamos que aunque nuestro plan era atravesar el país a dedo, con motivos del virus decidimos que lo mejor sería elegir un lugar de E.E.U.U. para pasar un tiempo largo, y de esa forma conocer un poco la sociedad, y los lugares cercanos que la situación nos permitiera. También aclaramos que habíamos elegido Montevideo por el sencillo motivo de que nosotros somos de Montevideo (Uruguay).
Sabíamos que un mensaje donde le pedíamos a un desconocido que hospedase de forma gratuita a dos extraños, durante nada menos que 2 meses, en plena pandemia mundial no tenía muchas chances.
Pero en mi familia dicen que las cosas que se tienen que dar se dan, y así fue como Marc nos respondió no sólo afirmativamente sino además muy emocionado de recibirnos en su hogar por los dos meses enteros.
Nos fue a buscar al aeropuerto de Minneápolis aquel 23 de Agosto de mañana, y luego de visitar un par de lugares en aquella ciudad, el auto comenzó a rodar y los carteles que indicaban que Montevideo estaba cada vez más cerca comenzaron a aparecer, junto con nuestras ansias que se escapaban en forma de sonrisas.
PRIMEROS PASOS EN MONTEVIDEO
Montevideo era todo lo que nos imaginábamos, y también precisamente lo contrario.
Por un lado, nuestra mente esperaba encontrarse con referencias a Montevideo, al otro Montevideo, y aunque no fueron muchísimas, sí las fuimos descubriendo poco a poco.
Pero por otro lado el aspecto fantasmal de la ciudad, las flores impolutas en los canteros, el estilo casi retro de las fachadas de las casas nos hacía darnos cuenta que efectivamente, estábamos en un Montevideo estadounidense, un Montevideo que quizás vimos en alguna película sin saberlo. Un Montevideo que se pronuncia “Montevídio”, y se acentúa diferente.
Y hablando de cosas retro, nuestra llegada a esta ciudad hermana no pudo haber sido más especial porque apenas llegar a la que sería nuestra casita durante los próximos meses, y mirar la calle principal que aparecía justo debajo de nuestra ventana, descubrimos no uno, sino decenas de autos y cachilas de otras épocas. Autos que nunca habíamos visto más allá de los juegos de carreras, colores chillones y motos de esas que vas casi acostado.
No, no es que Montevideo sea una ciudad perdida en el tiempo, es que precisamente ese día se estaba celebrando un desfile de vehículos de colección, y habíamos tenido tanta suerte, que luego nos enteramos que en originalmente ese desfile se realiza en Junio como parte de otra festividad, pero aunque por el tema del virus la festividad no se realizó ese año decidieron realizar al menos el desfile de autos, el cual fue aplazado al 23 de Agosto.
Si nuestras ganas de conocer la ciudad ya estaba a tope, imagínate cómo estaba cuando además debajo de tu ventana había un desfile de autos retro.
Dejamos las mochilas en el cuarto, desatamos la bandera de una de ellas, y colocándola en mi cintura, bajamos a caminar toda la calle principal.
La idea no era solo ver los autos, sino además hacer una especie de experimento social y ver si alguien reconocía la bandera.
Pronto descubriríamos no sólo que la bandera es bien conocida en éste Montevideo del mundo paralelo, sino que además, la sociedad estadounidense es muy diferente a la que veníamos acostumbrados en Latinoamérica, y eso de comenzar una conversación con extraños no es algo que las personas (al menos en pequeñas ciudades) suelan hacer. Nadie nos dijo nada sobre la bandera, pero indagando en la hermandad entre las distintas Montevideos, supimos luego que probablemente todos los que nos vieron ese día reconocieron el estandarte Uruguayo.
–Te podés subir -me gritó un señor de bigote blanco que descansaba a la sombra mientras yo admiraba su auto color unicornio.
Y sí, vi el detalle del bigote porque lo primero que descubrimos es que nadie usaba mascarilla, cosa que no esperábamos en el país donde se supone que nada más poner un pie ibas a entrar al mundo del caos y los nervios por el covid. Es cierto que estábamos en la calle, pero al leer las noticias a uno le da la sensación que la gente estaría siendo súper cuidadosa en todos lados, tomando precauciones las 24 hs del día.
Por supuesto que salimos a caminar más allá de la calle principal, y fue aquel el primer día de una serie de “descubrimientos” que conocíamos de las películas pero que siempre creímos que allí se quedaban… en las películas.
Pero esperá… no nos apresuremos. Dado que este será el primero de varios post sobre esta ciudad, déjenme empezar mostrándoles lo que más quieren saber, la respuesta a todas esas preguntas que todos (los uruguayos) se están haciendo en este momento…
¿POR QUÉ MONTEVIDEO?
A lo mejor estás pensando que sería muy raro que un pedacito de Estados unidos se haya fijado en una ciudad tan remota como Montevideo de Uruguay para basar su nombre en ella, y que probablemente sea algún tipo de casualidad extraña que nada tenga que ver con el paisito.
Pues dejame decirte que no. Este Montevideo tiene toda la intención de conectarse con nuestro Montevideo, y te cuento cómo fue la cosa, según fuentes varias de información.
Un tal señor Moyer cuenta que el nombre de Montevideo fue asignado por Cornelius J.Nelson, un colono que llegó a lo que en aquel entonces era una aldea, alrededor de 1880, después de que el área abriera sus puertas a los colonos en 1862.
Entre pitos y flautas el señor Cornelius terminó siendo presidente de la aldea por varios años y fue durante su mandato cuando decidió llamarle Montevideo.
Una versión más débil de la historia dice que el nombre fue dado por un marino de Minnesota que había visitado Uruguay y como le gustó, fundó la aldea con ese nombre.
Yo creo más probable la mezcla de ambas versiones, es decir, que el colono Cornelius conocía Uruguay, y al encontrar parecido en la topografía de ésta área de Minnesota y la agricultura como una gran fuente de economía en ambas ciudades, bautizó como Montevideo a la aldea de la cual fue presidente.
De lo que sí hay documentos es de lo que pasó unos años después.
Con motivo de este bautizo, las relaciones de amistad entre los agricultores de las dos Montevideos comenzó a hacerse cada vez más latente, por muy inesperado que parezca en una época donde apenas comenzaba a aparecer el teléfono, y fue entonces entre 1904 y 1905 que se realizó el intercambio de banderas, consolidándose así la hermandad entre ciudades más antigua de los Estados Unidos (de la que se tienen registros).
De todas formas, hasta acá era todo más bien simbólico, pero en 1965 Minnesota y Montevideo se hicieron miembros del “Partners of America”, declarándose más formalmente la fraternidad ante los ojos del mundo.
A día de hoy, Montevideo Minnesota es la ciudad cabecera del condado de Chippewa, y aunque su población de 5600 habitantes no aumente mucho con el tiempo (¿te suena?) la ciudad ganó en 2004 un premio nacional que se otorga a 10 ciudades al año, y que reconoce la participación cívica e inclusiva de su gente en problemas que puedan afectar al pueblo.
Además, dá la bienvenida a todo aquel que quiera quedarse a vivir en ella, y es normal encontrar descendientes de noruegos, alemanes, suecos, holandeses, y latinos.
SIN ARTIGAS NO HAY MONTEVIDEO
Yo sé que estoy en la sección cultural “oficial” del post, pero déjenme mechar nuestra experiencia con los hechos históricos.
Marc, nuestro anfitrión y chaperón en Montevideo, nos contó muy emocionado, como un niño que sabe que va a decir algo que va a impresionar al público, que ellos tenían su propia estatua de José Artigas, ubicado en un lugar que se llama, por supuesto “Plaza de Artigas”.
Nosotros nos lo encontramos de sopetón, y con una chapa que tapaba la placa (recuerden que el día que llegamos era el desfile de autos y todo estaba un poquito diferente a un día normal) pero la emoción de ese primer encuentro no se deja opacar por nada.
Era verdad.
Ahí sobre la calle principal estaba el prócer, una estatua que según nos enteramos luego, fue donada por Uruguay en 1949, y que para realizarla se pidieron donaciones de metales a las familias uruguayas. Fue así como con canillas y tranqueras derretidas, se logró forjar esta estatua siendo enviada como regalo a su ciudad hermana en Minnesota.
Se dice que hay 2 estatuas más como ésta, una en Washington DC, y otra por supuesto en Uruguay (San José de Mayo)
También se rumorea que durante el traslado en barco, al pobre Artigas se le cayó la cabeza y tuvieron que volver a soldarla como pudieron.
Pero el verdadero misterio se encuentra en su espada.
No por nada los niños de la ciudad conocen a la estatua como “el hombre de la espada rota”, y es que en algún momento Artigas perdió la mitad de su arma, así que descubrir quién es el celador del trozo de espada perdida es a día de hoy uno de los misterios sin resolver de la ciudad de Montevideo.
Nosotros tenemos nuestro sospechoso, y conocemos gente que cree haber resuelto el misterio pero la realidad funciona de maneras extrañas en este Montevideo paralelo.
LA ENTRADA A LA CIUDAD VIEJA
Veníamos hablando de mundos paralelos ¿no?
Entonces podés hacer la prueba de meterte en el mural que figura justo detrás de la estatua de Artigas, y ver si mágicamente aparecés en la Plaza Independencia de Uruguay… lo que no te puedo asegurar es en qué época vas a aparecer.
Sí, el muralista Shawn McCann, oriundo de Minnesota, pintó éste mural representando en una vista desde la Ciudad Vieja donde por un lado se ven casas de colores emulando evidentemente el Montevideo colonial de hace decenas de años atrás… pero si miramos a lo lejos, más allá de la estatua de Artigas a caballo, vamos a distinguir no solo la Plaza Matriz, sino el edificio de Presidencia, representado con sus paredes de vidrio que pueden verse a día de hoy.
También se pueden ver, justo al costado del mural principal, unas casas de estilo germano con palmeritas de fondo, que todavía no logramos descifrar exactamente en qué parte de la Ciudad Vieja se encuentran… o de Uruguay.
Pero más allá de esta mezcla de épocas probablemente intencional, el éxito más grande del mural está dado sin lugar a dudas por algo que si no te fijas con cuidado, se te puede pasar por alto.
Y es que en la esquina inferior derecha, hay un pequeño tero, el ave nacional de Uruguay y al que la gente adora alimentar mientras se saca una foto en el mural.
¿BARBAQUE O ASADO? COMO SEA, VENÍ A DISFRUTARLO EN LOS FIESTA DAYS
¿Te acordas que te dije que el desfile de autos era, originalmente, parte de una festividad más grande?
Bueno, es ahí donde entra a la cancha el “Fiesta Days”, una festichola que se celebra desde 1946 y durante el mes de Junio como forma de honrar la fraternidad de este Montevideo con el otro. Y sí… la elección del mes no es arbitraria, como podrás imaginarte.
Los “Fiesta Days” abarcan un período de una semana dentro de la cual queda incluida la fecha del natalicio de Jose Gervasio Artigas, el prócer de Uruguay (sí, el señor de la estatua del que hablámos antes), siendo además la fiesta mas importante de la ciudad.
Se dice que en sus comienzos, los hombres se dejaban crecer las patillas y se vestían de gauchos en honor a los “cowboys uruguayos”.
Hoy en día, las farolas de las calles se llenan de banderas Uruguayas y Estadounidenses intercaladas, se rompen piñatas con la forma y cara del sol de nuestra bandera, y hasta se celebra un certamen de belleza donde se elige a “Queen Fiesta” (la Reina Fiesta).
Las finalistas lucen un vestido azul, inspirado en las damas antiguas uruguayas, aunque si me preguntás a mí le encuentro más semejanzas con las damas españolas que uruguayas… pero quien soy yo, una tipa nacida en los 90, para asegurar nada de esto (y mucho menos para romperle la ilusión a 5600 personas).
Ah pero espera que todavía queda un detalle no menor, y es que durante los Fiesta Days se preparar la comida típica de Uruguay.
Y a falta de parrillas de ladrillos, el suelo es un buen pan B para cocinar un buen asado al estilo uruguayo (aunque acá le llamen “uruguayan barbacue” para nosotros siempre será asado).
Desconocemos si los cortes de carne son iguales, pero por fotos que hemos visto, los detalles no están muy bien cuidados en este asado Minnesotiano.
De todas formas, sería genial poder presenciar este evento y probar esta barbacoa uruguaya algún día.
Este año 2020 tocaba la 75 celebración de los Fiesta Days, pero como les contamos antes fue cancelada con motivos del COVID.
Lo que no fue cancelado fue… sí, eso mismo.
DESFILE DE AUTOS RETRO
Claro, los Fiesta Days son en reconocimiento a su ciudad hermana en Uruguay, es cierto, pero eso no significa que la gente se convierta en uruguayo por unos días.
No, por más que muchas cosas de esta festividad reflejen a nuestro Montevideo, todavía hay actividades y cosas que nos dejan bien en claro, por si flasheaste teletransportación, que estamos en EE.UU., y una de ellas es el desfile de vehículos de colección.
No tengo mucho más que acotar al respecto, porque es lo que dice ser, con la diferencia que mas que desfile es como una exposición (o al menos así fue la del 2020), es decir, los autos estacionados a los costados de la calle principal (la cual se cierra por unas cuadras para que los peatones puedan caminar en ella tranquilamente) y sus dueños detrás, sentados a la sombra, conversando entre ellos y saliendo de fondo en cientas de fotos.
La mayoría de los autos están enchulados para que parezcan recién salidos del horno, aunque también es cierto que vimos algunos cuyo encanto era precisamente, estar intocables.
Según nos contaron, muchos de estos vehículos tienen prohibida la circulación por las calles como cualquier auto normal, por tratarse de autos de colección y estar registrados como tal.
Y el motivo de por qué a veces digo autos y a veces vehículos es porque si bien en el cartel oficial se refiere a este desfile como “desfile de autos”, hemos visto algún que otro camión y alguna moto Harley Davidson entre el arsenal rodado.
Ah, y no me quiero ir sin destacar que por primera vez en mi vida tuve en vivo y en directo y hasta TOQUÉ un Chevrolet Impala negro del 67.
No me importa que se vea el dedo de Wa en la foto, aprecien esa felicidad gomera que oscila entre el aprecio estético de semejante auto y el fangirleo de cierta serie televisiva que despertó mi amor por este montón de fierros negros.
WELCOME TO MONTEVIDEO
El primer día que llegamos a Montevideo queríamos recorrerlo todo y a la misma vez queríamos saborearlo como quien come algo rico pero escaso en cantidad.
Aun así fue imposible no encontrarse desde el primer día con una zona conocida como “Chicago, Milwakee and St.Paul Railroad” donde si bien lo más notable, históricamente hablando, es la pequeña casita que oficia de patrimonio en honor al ferrocarril mas importante de la zona, a nosotros lo que nos llamó la atención en aquel momento fue otra cosa.
No solo encontramos escrito “Montevideo” en varios carteles de los alrededores, sino que además encontramos un nuevo guiño a nuestro país: los colores, y el sol.
Estos son los detalles que aunque probablemente pasen desparecibidos a la mayoría de los transeúntes que visitan la ciudad, es imposible no notarlo cuando pertenecés, como nosotros, al país por el cual ese sol adorna las letras de la ciudad.
LA CELESTE NOS REPRESENTA
No fue el primer día, sino quizás el segundo o tercero cuando descubrimos que, adentrándonos más en la ciudad, había puntos desde donde se podía apreciar la enorme pelota utilizada como depósito de agua.
Con el tiempo aprenderíamos que este tipo de estructuras son comunes en casi todas (sino todas) las ciudades del estado, pero lo que hacía diferente ésta en particular a nuestros ojos era su color.
Exacto… vos y yo sabemos que la elección de pintura celeste en éste caso nada tienen que ver con una posible alusión al agua.
LA MUNICIPALIDAD QUE SE EQUIVOCÓ DE PAÍS
Durante nuestra primer semana en Montevideo, un buen día nos pareció que visitar la Municipalidad sería un buen plan. Nos habían contado que podíamos ver algunas cosas de Uruguay, y que probablemente nos recibirían con alegría por pertenecer a la ciudad hermana.
El “City Hall”, como se le conoce en inglés, no nos quedaba lejos (bueno, como casi todo en la ciudad) y aunque el demasiado caluroso clima para una zona tan al Norte en pleno Agosto invitaba a caminar más, enseguida nos encontramos dando vueltas alrededor del edificio de ladrillos para ver por donde podíamos entrar. Aunque la puerta principal estaba claramente demarcada, también estaba claramente cerrada a cal y canto.
Pegamos la nariz al vidrio en busca de seres vivientes en su interior pero nada, aquello parecía un escenario del Resident Evil donde sabés que apenas le des la espalda un zombie va a romper la puerta.
Nos causó ternura ver carteles en inglés con una traducción de traductor al lado. En este momento de nuestra estadía, todavía nos sorprendía ver cosas en español.
Un extraño tubo de teléfono en la pared exterior del rellano donde nos encontrábamos pedía, entre otras cosas, que si llega a sonar, lo atiendas.
Como golpear la puerta de vidrio no daba resultados, pensamos que a lo mejor, con motivos del virus el personal se vio recortado y quizás ya no recibían personas “in corpus”, pero de todas formas quisimos buscar otras puertas para probar suerte.
En eso que empezábamos a rodear el edificio sentímos una voz que nos pregunta qué estamos buscando; una patrulla de policía había parado a nuestro lado y la chica policía nos miraba con curiosidad y un tono de voz que no dejaba dilucidar entre afán de ayudar o amenaza.
Con motivo del COVID, la Municipalidad estaba cerrada, y sólo permitían visitas con cita previa.
Pero la sonrisa le vino al rostro cuando le dijimos que somos uruguayos que queríamos visitar la Municipalidad. El tono adquirió el mismo matiz que el de un niño cuando abre sus regalos Navideños, y se ofreció ella misma a entrar por la puerta del personal a pedirle a alguien que nos venga a abrir la puerta principal en este mismo momento.
Quien diría que existía un rincón en el mundo donde por el solo hecho de ser uruguayo las puertas se te abrían como a un rey.
Un muchacho rubio nos abrió la puerta, aquella en la que minutos antes no cedía con ningún empujón, y con una sonrisa que pudimos leer en sus ojos (pues cubre bocas) nos invitaba a pasar y nos ofrecía total libertad para mirar alrededor.
Lo primero que llamó nuestra atención fue la estatua de un gaucho con la china a sus espaldas, siendo lo primero que ves cuando entrás a la Municipalidad… pero quizás más llamativo fue, si cabe, el expositor de folletos que estaba justo al lado de la puerta donde casi todos los papeles que podían verse mostraban palabras conocidas. Un folleto explicaba qué era el mate, otro hablaba sobre la murga, otro sobre el tango, otro hablaba del Rio de la Plata, y otro sobre Uruguay en general.
Un poco más allá, otra estatua en metal mostraba carretas tiradas por bueyes, y cuando ya creímos que no había nada más que apreciar, la cabecita rubia del muchacho que nos dio la bienvenida asomó por el cincel de una puerta y nos invitó a entrar.
El nuevo cuarto era una mezcla entre oficina y museo, donde 2 expositores de vidrio mostraban todo tipo de cosas relacionadas a Uruguay, desde dagas, escarapelas, medallas y libros.
Por supuesto, sobre uno de estos expositores no podía faltar el mate, con el fondo de un cuadro que representa una parte del Montevideo de hace algunos años atrás.
Somos conscientes que la relación de fraternidad entre los dos Montevideos es realmente fuerte, pero entrar a la Municipalidad de una ciudad, que por más hermana que sea de otra sigue siendo una ciudad diferente, y encontrarte únicamente con cosas de Uruguay resultó una sorpresa tan extraña como acogedora.
Podíamos esperar algunas referencias a nuestro país, algo que explique un poco sobre la ciudad hermana, pero nunca nos preparamos para que la Municipalidad tuviera UNICAMENTE cosas uruguayas.
Y la verdad es que nosotros habíamos ido con la idea de aportar con una cosa más, lo más valioso que a nuestro parecer teníamos para ofrecer.
–Queremos donar un libro.
Y nuestra voz sonó tímida, como sintiendo que ese manojo de fotocopias engrampadas nunca estaría a la altura de esas medallas conmemorativas o esas piedras preciosas con la silueta de Uruguay que teníamos frente a los ojos.
Fue entonces cuando el muchacho trajo una carpeta de esas gordas, con folios y ganchos gigantes, y nos dijo que esa era la carpeta de donaciones de cosas de Uruguay a la Municipalidad, así que podíamos poner nuestros datos y el dato del objeto donado para que quedase en el registro.
En esa carpeta habían todavía muchas más cosas que las que estaban viendo nuestros ojos, cosa que tenía todo el sentido del mundo porque creo que no alcanzaría todo el City Hall para exponer la cantidad de cosas que ahí figuraban escritas.
Para finalizar la visita, nos regalaron unos pines donde se veían las banderas de ambas naciones con sus respectivas aves nacionales; nuestro pobre terito se veía tan indefenso al lado de la mirada amarilla del águila que no pudimos evitar una sonrisa.
Dejamos la Municipalidad con teléfonos apuntados en papelitos, pines de hermandad y una dosis de Uruguay que afirmó lo que sentímos desde el primer día que pisamos la ciudad: no hay dudas… estamos justo donde queremos estar.
Y no te asustes… sabemos que quedaron muchas preguntas sin responder (por ejemplo ¿y el mate? ¿¡Dónde está el mate?!) pero tenemos bien claro que un solo post no va a alcanzar para reflejar aunque sea una parte de nuestros días en la ciudad hermana.
Preparáte para lo que será probablemente una trilogía, porque hay Montevideo para rato.
Fuentes consultadas:
http://www.lakesnwoods.com/Montevideo.htm
Revista de la Municipalidad de Montevideo Minnesota.
Despues lo leo bien, pero solo vengo (por ahora a comentar) que la portada del post es muy genial.
Artigas ahi con todo su esplendor y aquel sentado atras como si estuviera en la playa es muy muy muy grasiosa y hasta antagonica si se quiere, jajaja.
¡Gracias!
No habíamos notado ese «contraste» jaja, fue todo muy espontáneo.
Me alegro que la foto haya robado sonrisas.
¡Abrazo!
Y para cuando la segunda parte? Quiero saber como continua esto por favor muchachos.
¡Hola! Que bueno que te esté gustando.
La segunda parte probablemente se va a demorar un poquito, pero va a salir.
¡Gracias por estar ahí y por comentar!
Nuevamente yo, cuánto es ese «poquito»? jajajajaja
Que bonito que emoción
¡Gracias!
Sí, fue emocionante también para nosotros visitar este lugar que tanto vimos en mapas antes.
Abrazo.